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La incomprendida dieta cetogénica

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Aquí te dejo el vídeo introductorio y el primer ketómetro, precisamente, el que sintetiza qué es la dieta cetogénica. ¡Ojalá te ayude!

La llamada dieta cetogénica (o, más bien, su denominación) nació en los años veinte del siglo pasado, cuando se comprobó que el ayuno tenía propiedades antiepilépticas y que este tipo de dieta tenía la capacidad de emular su efecto terapéutico y de reducir drásticamente la incidencia de convulsiones y ataques.

Esta dieta fue la terapia de elección hasta que en 1938 entró en escena la fenitoína, un anticonvulsivante (no exento, como el resto de medicamentos, de efectos secundarios adversos). A día de hoy, esta dieta se sigue recomendando siempre que la terapia farmacológica no resulta efectiva. Sí, has leído bien: si no funcionan los medicamentos, se introduce la opción de implementar un abordaje dietético.

¿Y por qué se llama «cetogénica»?  Simple y llanamente porque potencia que el cuerpo entre en cetosis.

 

¿Y qué es la cetosis?

Es un estado metabólico similar al del ayuno, que podemos lograr sin pasar hambre a través de una dieta alta en grasa, moderada en proteínas y muy baja en hidratos de carbono (la susodicha dieta cetogénica).

Cuando consumimos alimentos de alta carga glucémica (básicamente carbohidratos de rápida absorción, como los dulces y los derivados de cereales refinados o féculas, léase pan, pasta, patatas, maíz y arroz), nuestro páncreas segrega insulina en modo avalancha. Esta hormona tiene un cometido crucial. Viene a ser la llave bioquímica que permite que las células capten la ingente cantidad de glucosa que inunda la sangre tras su ingesta, para ser usada como combustible o para su almacenamiento en forma de grasa. Los niveles altos de glucosa en sangre son tóxicos y potencialmente mortales, así que el páncreas no duda en anegar nuestro sistema con insulina cuando detecta que la glucemia (el nivel de glucosa sanguíneo) está en peligro de descontrolarse.

Sin embargo, cuando mantenemos los niveles de insulina lo suficientemente bajos (evitando la ingesta de alimentos que obliguen al páncreas a segregarla en modo inundación), empieza el reinado de otra hormona pancreática: el glucagón. Entre otros dignos cometidos, es la encargada de darle al hígado el pistoletazo de salida para la llamada cetogénesis. Vamos, que le hace saber que debe sintetizar los cuerpos cetónicos (a partir de la grasa que tenemos convenientemente almacenada) que sustituirán a la glucosa como combustible celular.

A pesar de que hayamos oído que el cerebro necesita glucosa para funcionar (y los nutricionistas se aseguren de pautarnos dietas con un mínimo de 100 gramos al día), lo cierto es que le sienta estupendamente sustituirla en parte por cuerpos cetónicos (cuya combustión causa menos sustancias de desecho que la glucosa). Así, la cetosis no solo aumenta nuestro rendimiento energético (y nos hace olvidar los estados de hambre canina y de sopor subsiguiente a la ingesta indiscriminada de glucosa), sino que también minimiza el estrés oxidativo que resulta de su metabolismo.

Incluso en el paradigma médico imperante, este estrés oxidativo (que básicamente es consecuencia del acúmulo de radicales libres en los tejidos, que nos oxidan y envejecen a nivel celular) se ha asociado reiteradamente con la incidencia y progresión de enfermedades crónicas no transmisibles, entre ellas el cáncer, la diabetes tipo 2 y la enfermedad cardiovascular. A pesar de que las pirámides alimentarias recomienden hincharse a pan y pasta, utilizar un combustible cuyo metabolismo causa menos radicales libres, de hecho, es más que recomendable.

¿Y por qué he oído que la cetosis es peligrosa?

Entonces, si los cuerpos cetónicos son un combustible más limpio, que nos ahorra los altibajos asociados al consumo masivo de carbohidratos (el hambre voraz pre-ingesta seguida del subidón de azúcar y del bajón final)… ¿por qué los médicos y nutricionistas no la recomiendan?

Muy fácil, por su fama de villana. La cetosis metabólica (una condición perfectamente sostenible con un estado óptimo de salud) a menudo se confunde con la cetoacidosis: un cuadro médico potencialmente mortal que pueden sufrir los diabéticos tipo 1 (aquellos cuyos páncreas no tiene la capacidad de segregar insulina). La diferencia, sin embargo, es notable. Si bien ambas muestran concentraciones séricas considerables de cuerpos cetónicos, en la cetoacidosis diabética son de un orden de magnitud mayor. Es físicamente imposible que una persona cuyo páncreas no haya perdido la capacidad de segregar insulina sufra este cuadro (a menos que esté al borde del coma etílico). Sin embargo, la cetosis arrastra su mala fama, cuando es como comparar una alegre brisa de primavera con un huracán.

También puede que hayas oído que los riñones y el hígado sufren porque las dietas cetogénicas aportan demasiadas proteínas y grasas insanas. Y no. Si la dieta está bien formulada, esa apreciación no es correcta en absoluto. Una dieta cetogénica puede ser una bomba de vitaminas y minerales esenciales que, no solo se ha demostrado eficaz para tratar la epilepsia o la diabetes tipo 2 (y sus cuadros predecesores, como el síndrome metabólico y de ovario poliquístico), sino que está siendo utilizada (con éxito) en terapias no invasivas contra el cáncer y desgarradores cuadros neurológicos, psiquiátricos y neurodegenerativos. Solo por eso, bien merece que ahondemos un poco más en los hechos antes de condenarla.

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4 Comentarios

  1. Carlos

    En esta entrada de blog no consideran positiva esta dieta.

    juliobasulto.com/dieta-cetogenica/

    1. Inesuka

      Hola Carlos!

      Sí, soy consciente de que el Sr. Basulto no comparte esta visión de la dieta (aunque te diré que a pesar de su prestigio, en mi humilde opinión debería renovar un poco su bibliografía). Tampoco estará de acuerdo con la entrada sobre la «no-ciencia» que se oculta tras las famosas pirámides alimentarias por las que él sí aboga (que resumo aquí) y sus fuentes de financiación (que cuento aquí) y dirá que soy una conspiranoica peligrosa porque la grasa saturada provoca ataques al corazón (cosa que a día de hoy está más que refutada)… Y aprovecho para añadir que parece creer que la proteína texturizada de soja es el adalid de la salud, que hace apenas unos años negaba rotunda y públicamente que la dieta pudiera influir en el cáncer y el año pasado publicó un libro diciendo precisamente lo contrario.

      Lo siento, pero afortunadamente las cosas están cambiando, así que no puedo estar de acuerdo con muchas de sus tesis.

      Un abrazo,
      Inés

  2. Dalmiro

    Hola. Llevo 20 días de dieta cetogenica y va todo bien. Me gusta mucho porque me está llevando a un cambio de hábitos alimenticios que realmente necesitaba. Ahora mi problema es que como practico deportes en forma relativamente intensa para mi edad (57) sufro de una caída de energía necesaria para hacer la misma actividad que hacía cuando consumía hidratos. Qué debo hacer? Esperar a que mi cuerpo se reacostumbre a buscar su energía en las reservas de grasa? O consumir algún carbohidrato antes de la practica ?
    Gracias

    1. Inesuka

      ¡Hola Dalmiro!

      Pues mira, de inicio y sin conocer realmente tu situación, yo te diría que te regales unos diítas más, que 20 días son pocos para poder juzgar. Si tu cuerpo lleva muchas décadas adaptado a la quema de azúcar, puede necesitar un poquito más. Quizás monitorizar tus niveles de azúcar y cetonas en sangre te ayudaría a ver qué se cuece por ahí dentro 😊

      Si tuvieras interés en ahondar un poquito y te defiendes con el inglés, te recomiendo encarecidamente que le eches un ojo a «The art and science of low carbohydrate performance», escrito por dos adalides del low carb (un médico y un investigador de rendimiento físico muy, muy sabios y leídos).

      ¡Sé muy bienvenido!

      Inés

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Inesuka

Inesuka

Nutricionista, psicóloga y keto coach apasionada (además de feliz superviviente de cáncer, domadora de lupus, insulinorresistente con síndrome de ovario poliquístico y ex-gorda-depresiva-polimedicada).

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