Hasta el día feliz en el que aprendamos a accionar el olvido a voluntad y podamos elegir activamente qué recordar y que no… He aquí mi amnésico favorito. A falta de unas vacaciones de ensueño que nos permitan evadirnos un poquito de esta locura de realidad y olvidarnos de todo (cosa que muchos necesitamos, especialmente este año), todo amnésico/evasor de perfidia controlada es bienvenido.
Y es que aun a riesgo de ser tachada de sacrílega, confieso que esta versión zalamera del celebérrimo tiramisú me tiene el corazón robado. Y eso que yo misma la miraba con desconfianza hasta el día feliz en el que me decidí a probarla. Acepto que su papá de café y cacao es una delicia, pero el toque ácido y risueño de las frutas del bosque (unido a la untuosidad de la crema de mascarpone) catapulta a su retoño a la categoría de ambrosía de los dioses.
Hacerlo, además, es igualmente fácil y muy agradecido (en especial, si ya tienes algún «ente abizcochado o galletoso» en el congelador). Solo necesitas, para un par de copas alegres:
- apenas un cacho de bizcocho low carb (sustituible por un par de bizcochos de soletilla, un sobao o algunas galletas)
- una tacita de merme-coulis súper veloz (de fresas, de arándanos, de frambuesas, de moras… o un poquito de cada) – yo hoy tenía fresas y arándanos a punto de «pochearse» que he aprovechado alegremente
- almendra picada y frutillas extra para decorar (o lo que buenamente dicte tu creatividad)
Y también, para la lujuriosa crema del tiramisú, hazte con:
- 50g de mascarpone
- 50g de nata montada
- un chorrillo de zumo de lima o limón (y un poquiño de ralladura, que le dará un toque de frescor cítrico tremendo)
- edulcorante al gusto (yo le he puesto una cucharadita de xilitol, que hoy no estaba yo para estoicismos)
Una vez tengas el bizcocho remojándose en el merme-coulis, haz la crema simplemente mezclando los ingredientes (idealmente, eso sí, añadiendo la nata montada al final con mucho amor, una espátula y movimientos envolventes, para no perder textura).
Llegó el momento feliz de abarrotar las copas con capas de crema y de trozos de bizcocho convenientemente chorreados con merme-coulis. Dale un toquecillo especial coronándolas con almendra o pistacho picados y/o unas bayas frescas. Déjalo asentar un buen rato en la nevera para que todos los sabores se mezclen y se haga la magia…
Y a olvidarse de todo se ha dicho, ¡que la buena memoria nunca hizo feliz a nadie!
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