¿Y si os dijera que el mayor enemigo de la felicidad es… un mono? ¿Y si añadiera que el susodicho primate no se esconde en absoluto, sino que campa por nuestra mente como Pedro por su casa?
No, la idea no es mía¹. Y sí, sospecho que todos lo tenemos. Aunque el mono de algunos es mucho más grande y poderoso que el de otros, todos tenemos un tití, un macaco o un orangután que nos impide sentirnos felices, satisfechos y agradecidos. Pero, afortunadamente, podemos amaestrarlo para que no nos boicotee.
Imaginaos un mono que está cómodamente asentado en un bello árbol repleto de frutos. Se siente a gusto y satisfecho… hasta que ve otro que le parece mejor. De pronto, el primer árbol deja de parecerle el hogar confortable y seguro que creía y salta al segundo. Por unos instantes, se siente bien, resguardado y feliz. Pero la satisfacción dura poco.

En seguida ve otro árbol que le parece mucho mejor. Salta a él, solo para darse cuenta momentos después de que hay otro más allá con una pinta mucho más atrayente. Seguro que ese sí satisfará todas sus necesidades. Pero no. Y salta a otro. Y a otro. Y a otro. Y el mono pasa su vida de árbol en árbol, sin sentirse nunca satisfecho y buscando una perfección que nunca encontrará.

¿Os suena? Seguro que sí.
Desde el mono Casanova que va de flor en flor sin llegar a experimentar jamás la profunda complicidad del amor, hasta el mono gruñón que vive eternamente amargado (y amargando a quienes le rodean) con independencia de sus circunstancias («aquí hay demasiada gente, me iré allí», «aquí hace demasiado calor, estaré mejor allí», «la brisa me da sed, iré a tomar algo», «vaya sitio inmundo, volveré a casa», «en casa me aburro, mañana volveré a ir»).
En definitiva, el mono siempre encontrará algo que justifique una nueva conquista o una quejumbre perenne.

No se trata de rendirse a una vida insulsa sin ambiciones ni mariposas en el estómago a perpetuidad, sino de asumir que lo que nos hace infelices no es esa pareja que ya no nos apasiona (ni la ausencia de ella), ni ese jefe desagradecido (malhumorado o pelmazo), ni ese trabajo que no nos motiva (o que nos motiva demasiado), ni ese cuerpo que nunca saldrá en la portada del Sports Illustrated, ni siquiera ese horrible dolor de muelas o los inevitables batacazos con los que la vida nos obliga a lidiar. No. Lo que nos hace infelices… somos nosotros mismos.

Y es que seguir eternamente los caprichos de un mono loco insatisfecho mucha felicidad no trae, solo consigue que cambie el color de la fuente del malestar. Y de nosotros depende que su vocecita domine nuestra vida o no. Podemos optar por hacer un poquito de sana introspección y examinar cada situación con la suficiente perspectiva como para tomar consciencia de que (efectivamente) no es tan terrible. También podemos anestesiar al mono loco a pedradas imaginarias 😀
Aunque mantenerlo sosegado y calladito requiere constancia. En cuanto te descuidas, se despierta y vuelve a las andadas.

Y puestos a despertar a ese mono loco adormilado, nada mejor que una abigarrada bandeja bien surtida de pequeños bocados que os tienten a asumir que, aunque el primero, el segundo y el tercero estuvieran buenos, seguramente, el cuarto estará mejor. Y el quinto, más. 😊
Esta bandeja en particular la conforman el sabroso «sol», el dulce «do» y la exquisita «la», tres dignos representantes del trío, el quinteto y el hepteto de canapés paleo low carb. Y además vienen profusamente escoltados por dos nuevas incorporaciones que he bautizado en honor a la sedación de mi propio simio mental:

- el «mono narigudo chato», una combinación infalible: queso fresco sobre una base de «no-pan» y bayas, coronada (o no) con unas semillas de cáñamo para darle un toque crujiente y de color; y
- el «mono aullador mudo», una bella torre sobre base de «no-pan» untada con salsa pesto de albahaca, medio tomatito cherry, mozzarella y media oliva negra.
Como para resistirse… Lo cierto es que la susodicha bandejita ha despertado a mi propio King Kong a bocinazos. Menos mal que tengo la catapulta a mano 😀
(1). Descubrí la imperdible «mente del mono loco» en los libros de Rafael Santandreu, un psicólogo especialista en domar esas «terribilitis» que nos alejan del bienestar. Me obligo a releerlos cada vez que siento que mi propio mono loco se descontrola. Son infalibles.
Inés Viñas
Nutricionista (colegiada nº 1572)
Psicóloga (colegiada nº 27008)
Máster en Oncología
Diplomada en Terapia Nutricional
Ilusionada con la Nutrigenómica
Recetas low carb
SERMONEOS
¿Te aviso cuando publique?
El origen de las pirámides
Los mitos nutricionales
Y la «ciencia» que hay detrás
¿Qué encontrarás aquí?
Entradas
Lo que se dice por aquí
De lo que se habla