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Intolerancia a la histamina o «muerte por delicatessen»

¿Has oído hablar de la intolerancia a la histamina? La provoca la ingesta de alimentos que no son completamente frescos (como carne embutida o envejecida, vegetales fermentados o encurtidos, pescados ahumados o en salazón y lácteos preservados en forma de yogures o quesos curados).

Su contenido en histamina aumenta exponencialmente conforme las bacterias presentes fermentan las proteínas que los conforman, así que cuanto más envejecidos están (lo que a menudo implica que también son más caros), más histamina contienen y peor sientan a los intolerantes. De ahí el apodo (que, siendo concisos, un purista del lenguaje médico suavizaría como «malestar») de «muerte por delicatessen»: las viandas con más histamina son aquellas que esperaríamos encontrar en una charcutería de lujo (y que maridaríamos con una copa de cava, echando de paso más leña al fuego).

En especial las mujeres que padezcáis dolores de cabeza frecuentes y sospechéis que os aqueja una pre-menopausia precoz, seguid leyendo. La intolerancia a la histamina es más común en las mujeres porque la histamina y los estrógenos se retroalimentan mútuamente. Es una fuente enorme de desasosiego y la responsable de una miríada de síntomas que, sin embargo, pueden atajarse fácilmente una vez detectada su causa primaria. Si tenemos en cuenta que solo en España se estima que la sufren un mínimo de medio millón de personas, bien merece la pena que empecemos a considerarla.

Como ocurre con otras intolerancias causadas por alimentos y/o químicos (como la ubicua pero raramente detectada sensibilidad al gluten no celíaca), esta también es realmente difícil de diagnosticar, debido a la extensa y variada miríada de síntomas que puede presentar, que incluyen:

  • insomnio y/o fatiga,
  • palpitaciones y/u otra síntomatología ansiosa,
  • dolor abdominal, gases, hinchazón y/o diarrea,
  • dolores de cabeza,
  • hinchazón y/o picor en los ojos,
  • ciclos menstruales irregulares y/o dolorosos, y
  • tos y/o asma.

Y a esta heterogénea sintomatología, se une la necesidad de descartar que los causantes sean alérgenos comunes (como la caseína presente en los lácteos) y no la propia histamina. Esta diferenciación puede evidenciarse a través del mítico skin prick test (el que comprueba la reacción cutánea a los alérgenos, tanto ambientales como alimentarios) que se utiliza para diagnosticar alergias. Sin embargo, lamentablemente, esta prueba dista de ser infalible.

prick test
Skin prick test

Al final, el patrón-oro para detectar una intolerancia es una rigurosa auto-experimentación. Se empieza eliminando los alimentos con alto contenido en histamina (y aquellos que reducen nuestra capacidad de librarnos de ella) durante al menos un par de semanas, para luego reintroducirlos y comprobar el resultado. A menudo, cuando estamos habituados a él,  no somos conscientes ni del malestar de baja intensidad con el que convivimos, ni de su progresiva y lenta desaparición una vez eliminamos su causa primaria. Esta técnica de exclusión y reintroducción resulta muy eficaz (además de barata) para eludir nuestros propios sesgos inconscientes y detectar una posible intolerancia (sea a la histamina, al gluten, a los lácteos o a lo que fuere que se sospeche).

Si presientes que efectivamente formas parte de ese porcentaje de la población que soporta estoicamente las consecuencias de la intolerancia a la histamina, además de eliminar las delicatessen curadas o fermentadas, conviene que elijas alimentos lo más frescos posible (o que hayan sido congelados cuando estaban lo más frescos posible). También debes esquivar todo aquello que le reste eficacia a tu sistema de neutralización de la histamina que efectivamente consumas (las bacterias andan por todas partes y son rápidas como el rayo, así que resulta imposible evitarla por completo). Tu dieta de exclusión deberá renunciar al alcohol y a los medicamentos antiinflamatorios no esteroideos (que incluyen el ibuprofeno, la aspirina, el voltarén y el enantyum), inhibidores ambos de la enzima que neutraliza la histamina.

Si tras una pequeña reintroducción (quizás en forma de un entrante a base de embutidos antes de una ensalada con parmesano y anchoas regada con una copa de cava), después de un par de semanas de limpieza (al final de las cuales te enuentras curiosamente bien), notas que de nuevo algo no va bien, obtendrás tu diagnóstico. Si sale que sí, entiendo que puede no hacerte especial ilusión, pero la sabiduría es poder. Al menos sabrás cómo atajar los síntomas y podrás decidir si te compensa un pequeño homenaje ocasional. Si decides que sí y eres una mujer que aún menstrúa, asegúrate de regalártelo durante tu fase folicular del ciclo menstrual (desde que te baje la regla y durante unos 10-12 días), para que esa histamina no coincida con los niveles elevados de estrógenos que llegarán con tu ovulación… 

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1 Comentario

  1. Cora

    Ha sido un post muy interesante para los que estamos aprendiendo a conocernos por dentro.
    Un saludo

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Cora

Inesuka

Nutricionista, psicóloga y keto coach apasionada (además de feliz superviviente de cáncer, domadora de lupus, insulinorresistente con síndrome de ovario poliquístico y ex-gorda-depresiva-polimedicada).

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