Modo noche

A las plantas, asumámoslo, tampoco les apetece ser comidas. Y convendrás conmigo en que (como todo ser viviente) también tienen su derecho inalienable a procurarse protección. Las lectinas son como su primera línea de defensa anti-vegetarianos: un grupo de proteínas dietéticas con potencial antinutritivo que pueden provocar algún que otro malestar digestivo, estimular alegremente el sistema inmune o sembrar el caos apocalíptico en nuestro intestino (según la proteína específica, la salud intestinal y/o a quién leamos)[1].

Las solanáceas (como los pimientos, las berenjenas, los tomates y las patatas), los cereales (en especial el trigo y el maíz) y las legumbres (incluyendo los cacahuetes y los anacardos) contienen lectinas en una cantidad nada desdeñable. Aunque no descarto que causen cierto revuelo metabólico (las lectinas pueden activar los receptores insulínicos[2], promoviendo la apertura de esa caja de Pandora del síndrome metabólico o de resistencia a la insulina), humildemente no me acaban de convencer las teorías apocalíptico-tremendistas que abogan por su efecto tóxico universal y ultra-letal. Sin duda hay quien es más sensible a su efecto y debe reducirlas o incluso eliminarlas de su dieta (en especial cuando un sobrepeso pertinaz o un trastorno del estado de ánimo sin desencadenante aparente se resisten a irse a pesar del keto, o cuando el diagnóstico es de párkinson[3]), pero a la mayoría de nosotros (incluso los que ya somos insulinorresistentes) no parece que nos sienten especialmente mal, ni tampoco nos sacan de la cetosis cuando las tomamos en dosis razonables.

¿Que si cabe dentro de los límites de lo posible que las lectinas que me regalo me estén matando lenta y subrepticiamente? Pues sí, desde luego. El stock de premisas que a día de hoy ubico en la categoría de «certeza-absoluta-hasta-el-infinito-y-para-siempre-jamás» no anda muy surtido, precisamente. Sin embargo, la vida es corta… ¡y algo hay que comer para que no lo sea mucho más!

 

Un delicioso baba ganoush de berenjena... ¿o un arma mortal?

 

En este frente tan controvertido, yo me inclino por posturas más cercanas a la del gran Dr. Bruce Ames (una leyenda de la toxicología, nacido en 1928 y que sigue en activo – sí, con más de 90 años) y su «toda la naturaleza es tóxica, depende de la dosis que ingieras y de cómo la metabolices, que algo te nutra o te mate»[4]. Si no inundamos nuestro organismo con dosis consecutivas y reiteradas del mismo tipo de lectinas, tendrá tiempo, moral y recursos para lidiar con ellas tranquilamente (como la especie lleva haciendo muuuchos milenios). Así que hasta que la ciencia dicte veredicto, si el lunes comes col y cenas alcachofas, el martes desayuna espárragos, almuerza calabacines y cena acelgas.

 

[1] Gundry, S. (2017). La Paradoja Vegetal: Los peligros ocultos en los alimentos *saludables* que provocan enfermedades y ganancia de peso. Disponible en Amazon.

[2] SHECHTER, Y. (1983). Bound Lectins that Mimic Insulin Produce Persistent Insulin-Like Activities. Endocrinology, 113(6), 1921-1926. https://doi.org/10.1210/endo-113-6-1921

[3] De hecho, una de las causas subyacentes que se postulan como desencadenante del daño neuronal que deviene en párkinson son precisamente las lectinas. Y aunque es cierto que la ciencia en este campo aún está un poquito verde, humildemente recomendaría a todo aquel que se vea obligado a enfrentarse a un diagnóstico de párkinson que le dé una oportunidad a una dieta cetogénica particularmente baja en lectinas, porque no tiene nada que perder[5].

[4] La aglutinina del germen de trigo es una lectina que está ganando protagonismo por su capacidad de sembrar el caos en nuestro organismo. Aunque parece que su efecto se reduce considerablemente tras el cocinado (de ahí que te sentara como un tiro el probar la masa de galletas de trigo antes de hornearlas). No obstante, quien más, quien menos, conoce a algún italiano ochentón delgadísimo y estupendo que sigue persiguiendo chicuelas de sesenta después de toda una vida hinchándose a pasta con pan y pizza de postre. Su sistema habría lidiado sin mayores contratiempos con algo que a mí me habría destrozado metabólicamente ya a los treinta. Aunque apenas unas alubias crudas (que contienen fitohemaglutinina, una lectina especialmente tóxica) y se irá de cabeza al hospital.

 

Comprar en Amazon
 

[5] Zheng, J., Wang, M., Wei, W., Keller, J. N., Adhikari, B., King, J. F., King, M. L., Peng, N., & Laine, R. A. (2016). Dietary Plant Lectins Appear to Be Transported from the Gut to Gain Access to and Alter Dopaminergic Neurons of Caenorhabditis elegans, a Potential Etiology of Parkinson’s Disease. Frontiers in Nutrition, 3, 7. https://doi.org/10.3389/fnut.2016.00007

Shaafi, S., Najmi, S., Aliasgharpour, H., Mahmoudi, J., Sadigh-Etemad, S., Farhoudi, M., & Baniasadi, N. (2016). The efficacy of the ketogenic diet on motor functions in Parkinson’s disease: A rat model. Iranian Journal of Neurology, 15(2), 63-69.

¿Quieres aprenderlo todo sobre la dieta cetogénica? 

Echa un ojo a la Keto-Maratón, el programa que condensa una década de estudio obsesivo en apenas 12 horas de audio o vídeo, que terminarás con una sonrisa (y un delicioso menú semanal)… en especial, ¡si usas el cupón EPOPEYA para que se te aplique un 10% de descuento!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Inesuka

Inesuka

Nutricionista, psicóloga y keto coach apasionada (además de feliz superviviente de cáncer, domadora de lupus, insulinorresistente con síndrome de ovario poliquístico y ex-gorda-depresiva-polimedicada).

Podría interesarte

Este contenido está protegido por copyright. Por favor, para hacer uso de él, contacta con nosotros.