Asumo que ahora mismo no resulta muy recomendable viajar en avión, en tren, en barco, en autobús o en zepelín, pero siempre se puede viajar «en buñuelo».
Que encima no hay que pensar qué meter en la maleta, ni tampoco hacer encaje de bolillos con los horarios y los días de vacaciones. ¡El único límite es el mundo! Bueno… y la nevera 😇
Y precisamente porque lo que había en la mía era brócoli y bacalao desalado, mi «viaje en buñuelo» de hoy me ha llevado a perderme en la dehesa portuguesa.
Y le debo este particular viaje astral a los míticos pastéis de bacalhau (que no dejan de ser buñuelos de bacalao, pero con patata en lugar de harina como agente espesante y amalgamador).
Y no solo quedan súper sabrosos y alegremente lusos, debo confesar además que el detalle de la patata los hace mucho más agradecidos en el proceso de «low-carbización» que sus vecinos harinosos.
Y es que para no perder las buenas costumbres, he sustituido la patata por crucífera cocida con un resultado espectacular. Nada que envidiar a la receta tradicional vecina.
Si queréis darles una oportunidad (o procuraros vuestro propio «viaje en buñuelo» a Portugal), sabed que, para un platillo generoso, necesitáis:
- un huevo
- apenas 50g de bacalhau demolhado (o bacalao desmigado)
- dos o tres floretas de brócoli o coliflor cocidas
- un poco de cebolla rallada y escurrida y/o ajo y perejil picado (la cantidad que buenamente os guste)
- sal y pimienta
Y no tenéis más que chafar la crucífera alegremente, mezclarlo todo y freír cucharadas de masa en aceite abundante.
Escurrid los pastéis en papel absorbente y listos.
No puedo prometeros que os trasladen a una playa del Algarve, pero que difícilmente encontraréis una manera más suculenta de aprovechar restos varios de bacalao desalado y brócoli, sí 😁