— ¿Causa de la muerte?
— Envenenamiento por cianuro.
— Hmmm… ¿En el café?
— No, en el complejo vitamínico.
Sí, exagero un poquito. No, los míticos complejos multivitamínicos no te matan… al menos de la noche a la mañana. Aunque no sé si tiene mucho sentido destinar nuestros preciados recursos a suplementos que en lugar de ayudarnos a ser unos joviales, enérgicos y radiantes campeones de Trivial, se dedican a obstaculizar nuestra «chapa y pintura» celular¹.
(1). Mismamente, como las «vitaminas» con las que se «enriquecen» los supuestamente saludables cereales de desayuno (avenas, salvados integrales y mueslis diversos incluidos).
Tanto la vitamina B12 como la B9 (mal llamada «ácido fólico») son absolutamente cruciales para el llamado ciclo de metilación (cuyas entretelas desvelamos aquí), el mecanismo subyacente a una plétora de rutas fisiológicas y el último responsable bioquímico de:
- silenciar genes (como los genes pro-cáncer o pro-caída del cabello, que todos queremos mantener bien calladitos);
- reparar el ADN y proteger los telómeros de los cromosomas (reduciendo el riesgo de mutaciones poco halagüeñas y de envejecimiento prematuro);
- detoxificar químicos sintéticos diversos y metales pesados;
- participar activamente en la síntesis y la regulación de las hormonas;
- crear células inmunitarias;
- ejercer de interruptor que enciende y apaga la respuesta de estrés;
- proporcionar energía;
- reparar las membranas celulares y la mielina que recubre los axones neuronales; y
- regular la síntesis de neurotransmisores (previniendo la depresión, la ansiedad o el insomnio y optimizando la función cognitiva).
Así que conviene hacer lo imposible y más para asegurarnos de que nuestro ciclo de metilación cuenta con todo lo que necesita (muy especialmente, si contamos con ciertas variantes del gen MTHFR, cuyos fascinantes entresijos te cuento aquí).
Vitamina B12 o «el cianuro… mejor sírvamelo aparte»
No toda la vitamina B12 es vitamina B12. Todos hemos recurrido a los míticos multivitamínicos en épocas de exámenes, epidemias de gripe en el trabajo o inexplicable «pochez». Nada que objetar… casi. Solo te pido que te fijes en la forma bioquímica de la B12 que compras (especialmente si eres vegetariano/a estricto/a, que dependes de la suplementación para suplir tus requerimientos²). Los complejos vitamínicos y los alimentos «enriquecidos» utilizan una forma molecular barata y estable de la B12: la cianocobalamina. Y ese prefijo ciano- proviene del ion cianuro (sí, el veneno de las novelas de asesinatos de Agatha Christie). No diré que vaya a ser letal (que las almendras también suelen llevar), pero no es especialmente astuto gastarnos el dinero en suplementos que sabemos fehacientemente que lo contienen. No solo obligamos a nuestro organismo a destinar energía, tiempo y recursos a librarnos de él, sino también a transformar esa molécula extraña en la vitamina utilizable, cosa que nos ahorraríamos alegremente eligiendo:
- Metilcobalamina (si es la sintomatología ansiosa o depresiva lo que nos lleva a plantear la suplementación),
- Adenosilcobalamina (si es la fatiga lo que nos lleva por el camino de la amargura) o
- Hidroxocobalamina (si no sabríamos decantarnos por ninguna de las anteriores), pero
cianocobalamina, mejor no.
(2). De hecho, la depresión, la fatiga y la capacidad inmune disminuida que se asocia a quienes siguen dietas veganas durante largo tiempo, apunta a un déficit de vitamina B12 (precisamente porque no se suplementan o se recurre a la forma con cianuro). Y a la larga, al menos en el mundo de los suplementos, sí compensa gastar un poquito más.
Vitamina B9 o «para mí, sin ácido fólico, por favor»
Apuesto a que has oído que hay que tomar ácido fólico cuando se espera un bebé para prevenir problemas de desarrollo del feto. Bueno, pues parece que esa afirmación es muy… matizable.
¿Te pica la curiosidad por los últimos avances en nutrigenética?
Por fin, después de mucho batallar (y más años de los que quiero admitir disimulando cuando alguien me preguntaba sobre la aplicabilidad práctica real de los análisis nutrigenéticos), he conseguido traer a España MyNutriGenes, el «fórmula 1» de los análisis genéticos adaptados a la nutrición.
No puedo prometer que te cambien la vida, pero sí que saciarán tu curiosidad y sed de conocimiento acerca de la disciplina que está llamada a ser la piedra angular de la salud y el bienestar del futuro.
La molécula de ácido fólico vio la luz por primera vez en la historia del universo conocido cuando fue sintetizada artificialmente en un laboratorio norteamericano en 1947. Ningún humano, animal, vegetal, hongo o bacteria se había enfrentado a ella hasta entonces. Apenas medio siglo después, el gobierno de Estados Unidos obligaba por ley a añadirlo a la harina de trigo que se utiliza para elaborar productos de panadería. No me cabe duda de que quienes promovieron esa iniciativa tenían muy buenas intenciones… aunque de buenas intenciones está el mundo lleno.
Loren Cordain, el papá del movimiento paleo norteamericano, incluso describe esa decisión como el peor fiasco de la historia de la medicina preventiva del país.
Nuestros cuerpos no metabolizan igual el ácido fólico y el folato dietético (una sal del ácido, la forma bioquímica utilizable de la vitamina B9, presente sobre todo en los vegetales de hoja verde y la casquería). El ácido fólico NO es una vitamina, sino una molécula artificial que nuestro hígado puede transformar en folato. Aunque pueda sonar a bendición, lo cierto es que de esa «habilidad» surgen dos contratiempos. Por un lado, le damos trabajo extra innecesario a un órgano ya de por sí extremadamente ocupado, y, por otro, (hasta el feliz momento en el que efectivamente se produce la conversión) el ácido fólico campa a sus anchas por el torrente sanguíneo… comprometiendo la utilización de folato y dificultando el ciclo de metilación, con todo lo que ello implica.
Existen suplementos con formas moleculares de la vitamina B9 que no se dedican a obstaculizar tu «chapa y pintura» celular, que es el único camino hacia ese «mejor tú» que se levanta de un salto con ganas de comerse el mundo, la mirada radiante, un pelo de escándalo, la mente sagaz y libre de cáncer, como el 5-metil-tetra-hidrofolato. Aunque debo añadir que según la variante genética de MTHFR que te haya tocado en suerte, quizás es más precavido no recurrir de inicio a los suplementos de folato (sino optar primero por los de B12) y tirar de ensaladas abarrotadas de hojas de color intenso y de casquería. Y es que… «mucho de algo bueno» no siempre implica «mejor».
¿Quieres aprenderlo todo sobre la dieta cetogénica?
Echa un ojo a la Keto-Maratón, el programa que condensa una década de estudio obsesivo en apenas 12 horas de audio o vídeo, que terminarás con una sonrisa (y un delicioso menú semanal)… en especial, ¡si usas el cupón EPOPEYA para que se te aplique un 10% de descuento!
Hola Inés, justo mi hija se hace unos análisis de sangre y esta baja en ácido fólico (tras varios intentos de dieta vegana que finalmente ha dejado). Yo tengo las versiones más chungas del MTHFR que posiblemente ha heredado. Por cierto, espero ansiosa tus ketfilias, va todo bien?
¡Hola Conchi!!!
¡Como me alegro que dejase la vegana! Ya sé que es un paso muy difícil, pero (y más con un MTHFR vago) elegirla es una opción muy peliaguda.
¡Sí!!! Es que no tengo tiempo… Creo que tendré que quitar eso de «semanal» 🤣