Modo noche

Autismo y terapia nutricional (un futuro esperanzador)

Nunca olvidaré a Alejandro, un guapísimo genio de los puzles y la primera personita con un diagnóstico de autismo que tuve el inmenso placer de conocer. Aunque la galantería nunca fue lo suyo. La primera vez que me vio, me dijo que debería peinarme mejor. Y todas las siguientes, ¡también!

Con apenas 5 años, sus padres recibieron la noticia que llevaban años temiendo. La conducta de Alejandro casaba con los criterios diagnósticos del TEA (por Trastorno del Espectro del Autismo), una condición que le acompañaría de por vida y plantearía serias dificultades a su desarrollo personal, impidiéndole llevar una «vida normal». Craso error.

Aunque el autismo no tiene cura, sí es tratable y en algunos casos, completamente recuperable

 

 

Desentrañando el enigma

El autismo es una condición epigenética multifactorial. Es decir, aúna una genética vulnerable y desencadenantes ambientales que promueven que se manifieste.

Aunque la ilusionante esperanza que ondea en el horizonte es que ese diagnóstico irreversible y vitalicio… ya no lo es.

La epigenética estudia los cambios heredables que los agentes ambientales provocan en la expresión de los genes (o por qué el tener una abuela fumadora catapulta tu riesgo de sufrir asma). Nuestra secuencia de ADN no cambia, pero factores como una nutrición deficitaria, la falta de actividad física, el estrés crónico o la exposición a fármacos, químicos industriales, pesticidas, tabaco, radiaciones o disruptores endocrinos (sustancias exógenas que nos desequilibran emulando a nuestras hormonas), promueven que se expresen genes poco deseables. Para unos serán los genes pro-envejecimiento prematuro o pro-cáncer, para otros serán los genes pro-enfermedades autoinmunes o pro-trastornos metabólicos… y para Alejandro han sido los genes pro-autismo.

A menudo olvidamos además que nuestra existencia no empezó cuando nuestra madre se quedó embarazada, sino varias décadas antes, cuando ella era un pequeño embrión. Mamá creó el óvulo que nos dio vida mientras ella misma se formaba dentro del útero de su madre. Y si nuestra abuela enfermó, pasó hambre, se sometió a radiaciones, estuvo expuesta a sustancias tóxicas (incluidos algunos fármacos que lamentablemente se daban con la mejor de las intenciones) o sufrió una considerable dosis de angustia mientras estaba embarazada de mamá… nuestro epigenoma se resentirá. A día de hoy se han localizado más de un centenar de genes que catapultan el riesgo de autismo.

Y aunque no podemos cambiar nuestros genes, sí podemos influir sobre su expresión.

 

No quiero desmerecer el esfuerzo de neurólogos, psiquiatras, terapeutas cognitivo-conductuales y logopedas. En el autismo, como en cualquier condición multifactorial, toda ayuda es poca. Sin embargo, la efectividad de la aproximación terapéutica tradicional se queda muy corta ante el enorme potencial de la terapia epigenética, abanderada por la bioquímica cerebral, la salud digestiva y la terapia nutricional.

El horizonte de esperanza

Los factores ambientales (y potencialmente modificables) que contribuyen al desarrollo del TEA incluyen la inflamación cerebral, la exposición a químicos, los desórdenes bioquímicos y metabólicos, los desequilibrios nutricionales, las infecciones crónicas o la toxicidad por metales pesados. Y a diferencia de la lotería genética, estos sí se pueden tratar.

Y sí: la sintomatología mejora

Y también sí: existen ya miles de casos clínicos documentados de recuperación

La terapia

Igual que el cáncer no es «el cáncer», sino que la palabra engloba una miríada de condiciones con distintas causas, características y aproximaciones terapéuticas, el autismo no es «el autismo». Así que la recuperación del autismo (sí, la palabra, a día de hoy y para una proporción significativa de personitas, afortunadamente, ya es «recuperación»), igual que la del cáncer, ineludiblemente requiere una terapia personalizada.

Sí hay sin embargo cierto quórum en cuanto a los pilares básicos por los que debe empezar cualquier terapia epigenética existosa.

1º. La nutrición

Las personitas tienden a ser muy restrictivas en su alimentación y suelen presentar una miríada de sintomatología digestiva, intolerancias alimentarias y déficits nutricionales. Así que la intervención dietética para el autismo va más allá de la mítica dieta sin gluten-caseína-soja, que también, porque el síndrome del intestino permeable (que exacerban tanto los cereales, como los lácteos y las legumbres) es extremadamente común.

La estrategia de inicio consiste en retirar paulatinamente los alimentos proinflamatorios (que a menudo son los únicos que las personitas aceptan, pero vienen abarrotados de aditivos, colorantes y glutamato) y poco a poco introducir más variedad y otras opciones más nutritivas. Según la personita en cuestión, cabrá plantear una suplementación de micronutrientes o incluso reducir la ingesta de alimentos a priori  saludables, pero ricos en compuestos de metabolismo difícil, como los fenoles, los salicilatos o los oxalatos, que abundan en los vegetales y las frutas de mil colores que tanto recomendamos.

El objetivo, en definitiva, será esculpir lentamente una dieta para cada personita, lo menos restrictiva y más nutritiva posible, pero capaz de atajar tanto el malestar digestivo, como los déficits nutricionales (además de relegar al olvido ese batido de chocolate industrial azucarado y esas galletas con forma de dinosaurio).

2º. Los tóxicos

A menudo no somos conscientes de la ingente cantidad de tóxicos a la que sometemos nuestros cuerpos. No solo tienen que metabolizar todo lo que comemos y bebemos, también lo que nos untamos en la piel o respiramos.

Otra característica omnipresente en nuestras amadas personitas es la bioacumulación de metales pesados y tóxicos diversos. Existen distintas aproximaciones biomédicas a este problema (ved algunas en las referencias de abajo), aunque yo me inclino por darle una oportunidad a la menos invasiva: la reducción consciente de la exposición a más tóxicos que se sumen a los que ya están almacenados, junto con unos relajantes baños con sales Epsom para potenciar la sulfatación, una ruta esencial para su metabolismo.

3º. La metilación

Curiosamente, además, los datos clínicos apuntan a que hasta un 95% de las personitas con diagnóstico de TEA tienen una metilación deficitaria.

Aquí cuento en modo lúdico-festivo qué es sin ahondar demasiado en la bioquímica pero, si quieres aprender de alguien que sabe de verdad, el enorme Dr. Walsh (velo en Terapia Nutricional: el Futuro de la Psiquiatría) y la Dra. Amy Yasko describen el ciclo de metilación (que, tal como ves abajo, sencillo no es) con una precisión quirúrgica. Ambos enseñan a optimizarlo (la dra. Yasko incluso ofrece un libro muy completo gratis en su web, velo en las referencias) con meros cambios dietéticos y vitaminas del grupo B.

amy yasko methylation cycle
El ciclo de metilación de la Dra. Amy Yasko © (reproducido con su amabilísimo permiso)

 

La intervención no es infalible, pero sí ha ayudado a cientos (sino miles) de personitas a tener su final feliz

Una metilación deficitaria catapulta nuestro número de papeletas en la rifa de las enfermedades crónicas, incluidos el autismo y el cáncer. De hecho, el autismo coincide con el cáncer en (como mínimo) dos características cruciales: la sobrecarga sistémica de estrés oxidativo y la sobreactivación de la ruta mTOR*, ambas afortunadamente mejorables con meros cambios dietéticos.

Así que aunque Alejandro y yo discrepemos en cuanto a mi peinado, coincidimos en algo mucho más importante…

tenemos un futuro esperanzador.

(*) mTOR es el todopoderoso director ejecutivo del envejecimiento, la ruta metabólica que detecta la presencia de glucosa y aminoácidos y decide si el ambiente es propicio para crecer y multiplicarse o no.

Referencias, recursos… e historias de personitas con final feliz

A los padres dubitativos quisiera decirles que (a diferencia de otras aproximaciones, como la farmacológica) nada de lo anterior es peligroso. Las dietas densas en nutrientes y antiinflamatorias, disminuir la exposición a tóxicos y los multivitamínicos no tienen efectos adversos. No tenéis nada que perder… y sí mucho que ganar. 

Y a quienes crean que lo anterior es mera charlatanería o carece de evidencia científica, quisiera rogarles que dejen a un lado sus prejuicios por un momento y se informen al respecto antes de juzgar. 

Y tanto para animar a los primeros, como para facilitarle la tarea a los segundos, dejo abajo mi lista de sabios y recursos favoritos, repletos de ciencia, información práctica y casos clínicos.

Los que os defendáis con el inglés: 

Y quienes os sintáis más cómodos con la lengua de Cervantes, os recomiendo encarecidamente que curioseéis las mil y una posibilidades de la llamada dieta GAPS (o del síndrome psicointestinal) de la Dra. Campbell-McBride (neuróloga especializada en nutrición). No solo habla del autismo, la verdad es que no deja piedra por levantar. 

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Y si tienes un poquito de paciencia (y el destino lo permite), a lo largo del 2023-24 publicaré mi «Pequeño Manual de Terapia Nutricional para el Autismo» en formato libro, audiolibro y cursillo de vídeo-presentaciones, cuyos capítulos ya se pueden curiosear en su web, AutisNO.

 

No puedo prometer que le cambie la vida, no, pero… en definitiva, ¿qué podéis perder? 

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Inesuka

Inesuka

Nutricionista, psicóloga y keto coach apasionada (además de feliz superviviente de cáncer, domadora de lupus, insulinorresistente con síndrome de ovario poliquístico y ex-gorda-depresiva-polimedicada).

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