Los sabios refraneros populares del mundo coinciden en que no hay que menospreciar el poder de los pequeños gestos, porque son los que mueven el mundo. Pues hoy quería hablarte del minúsculo gesto que nos mueve a nosotros: el llamado ciclo de metilación, la magia que se oculta tras el colosal poder que un humilde átomo de carbono ejerce sobre nuestra salud y estado de ánimo. Y no sorprende el enorme interés que despierta, porque es el proceso bioquímico que impide que células rebeldes se conviertan en cancerosas, que los neurotransmisores que modulan nuestra conducta y estado de ánimo se desajusten o que el sistema inmune no rinda, al tiempo que protege las neuronas y nos libra de los tóxicos y metales pesados.
Arthur Clarke decía que la magia es ciencia que aun no comprendemos pero, afortunadamente, los entresijos de esta empiezan a dejarse entender. Y es precisamente esta magia, o más bien un déficit de ella, la que podría estar obstaculizando nuestra épica búsqueda de la mejor versión de nosotros mismos.
Si haces tus deberes siguiendo los míticos preceptos del «biohacking» o la «auto-optimización» (léase: priorizas las horas de sueño, controlas el estrés, haces ejercicio, sales al sol, minimizas la exposición a tóxicos y sigues una dieta bien densa en nutrientes y poco generosa en ultraprocesados inflamatorios, azúcar y cereales refinados, con total independencia de los porcentajes de macronutrientes que elijas), pero no logras liberar a esa versión enérgica, positiva, bella, sagaz y feliz, en definitiva, esa versión optimizada de ti, el palo en las ruedas podría ser tu metilacion.
Y es que debido precisamente a su presencia en tantos frentes, una metilación ineficiente aumenta nuestro riesgo de una plétora de condiciones indeseables, desde el envejecimiento prematuro, el cáncer, la enfermedad coronaria, las embolias, el autismo, el alzhéimer, las enfermedades neurológicas (como la epilepsia o el párkinson), psiquátricas, como el trastorno bipolar, la depresión, la ansiedad crónica o la esquizofrenia, la fibromialgia, la sensibilidad a los químicos, las migrañas, el lupus y demás condiciones autoinmunes, como la esclerosis múltiple o el asma, las disfunciones de la tiroides, las infecciones crónicas (como el herpes recurrente), la neumonía, las reacciones alérgicas, las trombosis, la artritis, los problemas digestivos (como el síndrome del intestino irritable) o la psoriasis, hasta los abortos espontáneos.
Un grupo metilo es una molécula ultra sencilla formada por un átomo de carbono y 3 átomos de hidrógeno. Aunque dicho así pueda no despertar muchas pasiones (y a pesar de su diminuto tamaño), es descomunalmente crucial. En el sermoneo de la genómica nutricional presentamos al gen que codifica la enzima MTHFR o metilentetrahidrofolato reductasa, que apodamos «hada madrina», uno de los reguladores del ciclo. Pues siguiendo con la analogía, la metilacion vendría a ser la magia de su varita y los grupos metilo las unidades bioquímicas de magia que le dan su enorme poder.
Y hay ciertas moleculas que obtenemos de la dieta que son donadores de grupos metilo, que básicamente nos aportan las pequeñas unidades de magia que van reponiendo las varitas de nuestras hadas madrinas. Y son el folato dietético o vitamina B9, que obtenemos de los vegetales de hoja verde y del hígado (que no es lo mismo que el ácido fólico sintético con el que se enriquecen harinas y ultraprocesados diversos), también la vitamina B12, que encontramos en los alimentos de origen animal (y que tampoco es la cianocobalamina, una molécula sintética que sustituye el grupo metilo por un ion cianuro, así que en lugar de «una unidad de magia protectora» nos aporta «una unidad de maleficio» y que es la que se suele incluir en los suplementos vitamínicos), además de la colina (un nutriente esencial que forma parte de las membranas celulares y que obtenemos especialmente a partir de la yema de huevo) y la metionina (un aminoácido o constituyente de las proteínas, presente básicamente también en los alimentos de origen animal).
Y estos generosos donadores de grupos metilo nos permiten llevar a cabo procesos tan mágicos como la síntesis de ADN y de neurotransmisores, como la dopamina (el llamado neurotransmisor del placer, cuyos desajustes se asocian con conductas ansiosas y adictivas y con condiciones neurológicas como el parkinson), la serotonina (el neurotransmisor del bienestar, cuyo déficit se asocia con algunos biotipos de depresión) y de melatonina (un potente antioxidante celular y el responsable de apagar las luces de nuestra mente y permitirnos descansar). También necesitamos esa magia para sintetizar la creatina (un compuesto necesario para el buenhacer de los músculos que los amantes del fitness conocen bien), la coenzima Q10 (que seguro te suena porque la incluyen en las cremas antienvejecimiento, que es rotundamente esencial para la respiración celular, que te regala energía a partir de lo que comes y del oxígeno que respiras) y la carnitina, la molecula encargada de transportar los ácidos grasos al interior celular para su oxidación, lo que te permite quemar grasas. También necesitamos grupos metilo para formar las membranas de todas nuestras células y para nuestra «chapa y pintura» y detoxificación. Y por si todo esto fuera poco, el ciclo de metilación participa en la síntesis del glutatión (el antioxidante más poderoso con el que tenemos la suerte de contar a nivel celular) y de librarnos de la homocisteína (un aminoácido neurotóxico, cuyos niveles altos se han asociado reiteradamente con todo tipo de enfermedades crónicas no transmisibles y tienden a verse en los análisis de sangre de aquellos cuyo ciclo no acaba de funcionar).
La metilación también es el mecanismo principal en el que se apoya una magia con mayúsculas…
¿Te pica la curiosidad por los últimos avances en nutrigenética?
Por fin, después de mucho batallar (y más años de los que quiero admitir disimulando cuando alguien me preguntaba sobre la aplicabilidad práctica real de los análisis nutrigenéticos), he conseguido traer a España MyNutriGenes, el «fórmula 1» de los análisis genéticos adaptados a la nutrición.
No puedo prometer que te cambien la vida, pero sí que saciarán tu curiosidad y sed de conocimiento acerca de la disciplina que está llamada a ser la piedra angular de la salud y el bienestar del futuro.
La epigenética
es la fascinante ciencia que estudia como los factores ambientales (muchos de los cuales, como la propia dieta, sí podemos controlar) modulan la expresión génica. Nuestros genes se expresan o se silencian en función de marcadores bioquímicos que le indican a nuestro traductor de jeroglíficos particular dónde tiene que leer para convertir el lenguaje indescifrable de los genes en proteínas o mensajes comprensibles que nuestro cuerpo puede obedecer. Pues los tachones que impiden que se expresen genes pro-cáncer, proenvejecimiento prematuro o pro-caída del cabello son precisamente los grupos metilo. Así que es absolutamente esencial que nuestra varita esté reluciente y bien llena de unidades de magia.
Lamentablemente hay varios factores que pueden estropear la varita de nuestra hada madrina o impedir que se vaya reponiendo las pequeñas unidades de magia que utiliza. Al déficit de donadores de grupos metilo, como el folato o la metilcobalamina, las vitaminas B9 y B12, se le suma el de los cofactores que intervienen en el ciclo, como el zinc, las vitaminas B2 y B6 o el magnesio. También se sabe que algunas variantes genéticas pueden dificultar la reposición de la magia, especialmente de aquellos genes que intervienen en el ciclo de metilación, como MTHFR, nuestro «gen hada madrina». Aunque la naturaleza es sabia y, en biología, los procesos tan determinantes (como este) tienden a ser redundantes (o lo que es lo mismo, a tener un plan B). Así que nacer con un hada madrina poco hábil sí dificultará que adquiera pericia con la varita mágica pero, afortunadamente, no implica que nuestra metilación esté realmente comprometida.
Los genes implicados en el ciclo pueden equilibrarse a pesar de que existan mutaciones poco halagüeñas en alguno de ellos. Vendría a ser como el juego de tirar de la cuerda. Los que potencian la hipermetilación (o que la varita se dispare a lo loco y sin control) estiran por un lado y los que se inclinan por la hipometilación (o que nos quedemos faltos de magia) por el otro. Y aunque a veces sí ganen unos u otros y surjan los problemas, en la mayoría de nosotros sí se logra el equilibrio a pesar de posibles trabas genéticas.
De hecho, el enorme Dr. William Walsh (que presentamos en Terapia Nutricional, el futuro de la psiquiatría), que ha examinado y registrado la metilación de más de 30.000 personas, estima que un 70% de nosotros logra ese mágico equilibrio a pesar de posibles palos en las ruedas o de hadas madrinas poco hábiles, lo que deja a aproximadamente un 22% que presentan una metilación deficitaria y un 8% en los que ganan el juego de la cuerda los genes que tienden a la hipermetilación. Aunque estos números se multiplican cuando entran en escena los trastornos neurológicos o del desarrollo. Imagina la titánica importancia del minúsculo grupo metilo… que un 98% de sus más de 6.000 pacientes con un diagnóstico de autismo presentaban una metilación deficiente, la mayoría de ellos, además, con mutaciones en los genes que regulan el ciclo.
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Así que si llevas años preguntándote por qué nunca has visto el mundo de color de rosa a pesar de que sigues una dieta saludable y nutritiva de manual, duermes tus horas, no permites que el estrés te domine y no has fumado desde el instituto… quizás la puerta que debes abrir para liberar por fin a esa versión mejorada de ti, la que se levanta de un salto con ganas de comerse el mundo y una sonrisa inquebrantable, sea examinar la varita de tu hada madrina y darle un poquito de magia adicional en forma de generosos donadores de grupos metilo. Puede que sean pequeños, pero tienen un poder colosal.