He aquí una adictiva exquisitez cuyo origen se remonta a un momento de pánico. Se cuenta que esta sabrosísima ensalada nació en 1924 en un restaurante italiano de Tijuana, una noche con las mesas abarrotadas y la despensa vacía. El chef (llamado César) tuvo la sangre fría de improvisar un entrante con los pocos ingredientes que aún le quedaban… el día feliz en que el destino tuvo a bien disponer que fueran precisamente aquellos que conformarían la célebre ensalada César.
Así que no quisiera apropiarme de mérito ajeno (que no es poco, por cierto), que apuesto a que el hombre sudó la gota gorda antes de que sus clientes probasen y adorasen inmediatamente su curioso invento… Al César lo que es del César 😊
Que encima de rápida, está tremenda y resulta estupenda para cuando una llega a casa sin muchas ganas de trabajar. También tiene la ventaja de ser muy fácil de «low-carbizar», solo hay que sustituir (u obviar) los picatostes de pan.
Y además de lo sabrosa y saciante que es, resulta perfecta para aprovechar restos varios de pollo y/o parmesano y/o lechuga y/o anchoas y/o yema de huevo. Ya veis, hoy os traigo un primor de ensalada. Y es tan agradecida y fácil de hacer… El único mini-reto (que tampoco lo es) es la salsa (la estrella indiscutible del plato).
Ved a continuación las cantidades para una dosis nada desdeñable de salsa César (no pretendo hincharos a salsa, es que resulta poco cómodo partir las yemas). A menos que cocinéis para un ejército, sin duda os sobrará, lo cual es una bendición. Resulta deliciosa para alegrar cualquier otro plato de verduras, pescado, huevo o pollo, así que no dudéis en hacerla porque es de esas cosas que, cuando la pruebas, ineludiblemente quieres más.
La ensalada es muy fácil, solo necesitáis reunir
- pollo ya cocinado a cachillos (cualquier sobra o un cachillo de pechuga a la plancha, por ejemplo),
- mezcla de lechugas (si es posible, no le pongáis solo iceberg,que en la variedad está el gusto – y las hojas con color intenso con bombas nutricionales, tanto de magnesio, como de vitaminas y antioxidantes),
- virutas de parmesano opcionales (yo hoy no le he puesto porque ya había cumplido mi cupo mensual con un obsceno soufflé de queso low carb – ¡ved aquí por qué raciono las lácteos!), y
- no-picatostes de torrezno y/o nuez (no son necesarios, pero le dan un toque crujiente delicioso y aumentarán felizmente el aporte de grasa)
y embadurnarlo bien con la salsa que resulta de emulsionar (léase, «batir hasta que quede con textura cremosa»)
- una yema grande o dos pequeñicas,
- 100ml de aceite de oliva suave,
- un cachillo de ajo crudo al gusto,
- una cucharada de vinagre,
- una cucharadita de mostaza a la antigua (idealmente, sin azúcar ni aditivos raros),
- 2 filetillos de anchoa,
- sal y pimienta
En poco más de 10 minutos tendréis lista una exquisita ensalada sin gluten y low carb que hará las delicias de quien la pruebe… y la a priori modesta coliflor del tupper del día siguiente se convertirá en un manjar digno del mismísimo César.