Modo noche

A falta de cabracho… Pastel (de abadejo) mamarracho

«Mamarracho», sí, pero con cariño, que juro que os hará olvidar el pastel de cabracho original a pesar de su conveniente precio y disponibilidad en tiempos de desafío económico y frigoríficos poco pletóricos. Que además (aunque no lo parezca) es súper fácil de hacer y os permitirá distraer la mente de virus y reclusiones varias durante un buen rato.

Y no solo está tremendo, sino que queda la mar de aparente (a pesar de que resulta perfecto para aprovechar restos de vegetales y/o pescados diversos) y llena una barbaridad. Que os encantará, vamos. Y nadie sospechará siquiera de la humildad de sus ingredientes.

Para un pedazo de pastel como el de la foto (que basta y sobra para saciar a 3-4 afortunados comensales), apenas necesitáis:

  • una cebollica y/o un puerrico picaditos
  • un pimiento rojo también picadito (yo le he echado un par de piquillos de tarro, que mi nevera muy boyante no andaba)
  • un par de tomates (podéis usarlos para hacer un tomate frito casero felizmente, aunque yo he recurrido a un chorro de tomate concentrado que un día feliz decidí guardar en mi despensa)
  • chorrillo de vino blanco (o agua, o caldo de pescado)
  • 3 huevos
  • 100ml de nata (el original se hace con nata para cocinar, pero yo no tenía y la de montar me ha quedado de lujo también) – felizmente sustituible por nata de coco
  • pescado blanco (para 3 huevos, he usado 500g de abadejo convenientemente congelado)
  • sal, pimienta, chorrillo de aceite y especias al gusto (yo le he echado una cucharada de curry, porque soy fan y queda increíble con los sofritos de tomate)

Y la receta empieza como la inmensa mayoría de delicias tradicionales mediterráneas: con un exquisito sofrito de cebolla (y/o puerro) y pimiento en un chorrillo de aceite de oliva. Cuando empiece a dorar, añadid el tomate. Si es fresco, cocinadlo hasta que huela a deliciosa trattoria. Si es concentrado, en apenas un minuto estará listo para verter el pescado a cachillos. Dadle unos garbeos alegres y añadid el vino blanco/agua/caldo de pescado. Dejad que se cocine en el sofrito unos minutos, hasta que se consuma el líquido y la cocina entera huela que alimente. Añadid el curry alegremente (o no) y salpimentad al gusto. Una vez bien cocinadito, toca triturarlo alegremente (este paso es obviable, solo quedará un pastel menos uniforme, pero exquisito igual).

Y ahora viene la parte divertida: mezclar la masa de pescado con los huevos batidos y la nata. Echad un poquito más de sal (a menos que el pescado a «pastelizar» sea bacalao desalado), que a los huevos les sienta bien. Y no queda más que verter la deliciosa mezcla en un molde (yo le pongo papel sulfurizado por mi tranquilidad espiritual, aunque también se puede servir directamente en el molde felizmente) y meterla en el horno al baño maría. Al final, es un flan de pescado, así que idealmente se cocina dentro de un recipiente con un poco de agua (no demasiada, no queremos que esta hierva a borbotones dentro del horno y se cuele agua no autorizada en la mezcla de pastel).

Para mi molde de 20x10cm, el pastel ha querido tranquilamente 35 minutos de horno a 180ºC. Es muy fácil ver cuándo está listo, porque la superficie se empieza a dorar y se abulta un poquito. El viejo truco del palillo que sale seco os lo confirmará. Y pastel mamarracho listo. Queda soberbio tanto caliente, como templado, como frío. Y es un lujazo al alcance de bolsillos poco boyantes… y de neveras poco exuberantes.

¿Quieres aprenderlo todo sobre la dieta cetogénica? 

Echa un ojo a la Keto-Maratón, el programa que condensa una década de estudio obsesivo en apenas 12 horas de audio o vídeo, que terminarás con una sonrisa (y un delicioso menú semanal)… en especial, ¡si usas el cupón EPOPEYA para que se te aplique un 10% de descuento!

Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

Podría interesarte

Este contenido está protegido por copyright. Por favor, para hacer uso de él, contacta con nosotros.