Modo noche

El sobrepeso es un trastorno hormonal y metabólico con un trasfondo mucho más intrincado que el recurrente «calorías que entran menos calorías que salen».

Imagina que pides cita en mi consulta porque quieres perder peso. Si siguiera las guías nutricionales que (muy a mi pesar) aún hoy se enseñan en la facultad de nutrición, yo tendría que pautarte un exiguo menú hipocalórico (pero abarrotado de cereales, legumbres, maíz, patatas, arroz, pasta y pan). Y tú, por tu parte, deberías seguirlo a rajatabla y pesar religiosamente los gramos de pan integral que acompañan cada toma, porque yo, por la mía, habría calculado minuciosamente las calorías diarias que gastas, le habría restado 500 al total obtenido y te habría dado una fotocopia de un menú semanal muy poco apetitoso (pero calibrado al dedillo para que aporte el total de calorías resultado de mis precisos cálculos). Y esa sería mi cuestionable estrategia para ayudarte a perder unos saludables de 3 a 5 kilos en un mes: procurar que ingieras 500 calorías diarias menos de las que estimo que gastas.

Y ahora imagina que, después de ese largo mes de hambre perenne pesando gramos de pan integral, acudes obedientemente a nuestra cita de seguimiento pero, en lugar de aparecer con de 3 a 5 kilos menos, resulta que estás igual o que incluso has engordado. Tú me aseguras que has seguido cuidadosamente mi infalible menú y yo te miro con sospechosa condescendencia. No se me pasa por la cabeza siquiera que mi triste menú hipocalórico calibrado al dedillo no haya funcionado. Será que tú has comido mucho y te has movido poco, porque yo calculé minuciosamente cuántas calorías gastas y cuántas debías ingerir para adelgazar. Y todos sabemos que nadie puede sortear la primera ley de la termodinámica¿Te acuerdas de las clases de física del instituto? Era la ley de conservación de la energía, aquella ley universal que hoy por hoy nadie pone en duda (nosotros tampoco), por la que la energía no se crea ni se destruye, solo se transforma.

¿Quieres aprenderlo todo sobre la dieta cetogénica? 

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Ya, pues no. Que se lo digan a los millones de personas que llevan media vida soportando estoicamente un hambre atroz y pesando religiosamente sus gramos de pan, por seguir a rajatabla esos menús semanales hipocalóricos repletos de bocadillos minúsculos. Total, para no perder ni un gramo o, peor, para perderlo (con gran sufrimiento) y luego recuperar el peso perdido con unos kilos de propina más. Y es que de buenas intenciones está el mundo lleno. Y de fotocopias de viejos menús semanales que se limitan a sumar las calorías diarias poniendo especial cuidado en limitar los gramos de grasa (porque aportan más calorías que los de proteínas o hidratos de carbono) sin tener en cuenta que nuestro cuerpo no metaboliza igual unos y otros, también. 

Por muy irresistible que nos resulte la idea de ser «dietéticamente precisos», el metabolismo no es reducible a una mera fórmula aritmética de calorías que entran menos calorías que salen[1].

Que no hayas perdido peso después de un doloroso mes de pesar tus raciones de pan integral no sería culpa tuya, sería culpa mía.

Tu cuerpo no es un simple motor en el que entra combustible y sale movimiento, sino un organismo vivo sobre el que influyen una infinidad de factores. El metabolismo humano lo conforma un complejísimo engranaje de reacciones (regulado por mensajeros bioquímicos, entre ellos hormonas y neurotransmisores) que depende tanto de la genética que te ha tocado en suerte, como de la infinidad de factores que influyen sobre ella (desde la dieta que has seguido, tanto tú, como tus progenitores[2], hasta vuestra exposición a tóxicos, actividad física, nivel de estrés, historial médico y farmacológico, además de la composición de la microbiota intestinal, la calidad del sueño o la sincronía del ritmo circadiano). Y estos factores influyen tanto sobre los susodichos mensajeros bioquímicos, como sobre los mecanismos epigenéticos que repercuten en la expresión de los genes, que a su vez regulan el metabolismo. Vamos, que es un follón tremendo y no es en absoluto reducible a una simple resta de calorías que entran menos calorías que salen.

Reducir el metabolismo humano a una simple resta de energía es como calcular el volumen de una vaca en base a la aproximación «vaca esférica de radio R»: un completo absurdo muy poco preciso.

Y aunque de inicio este tipo de dieta pueda funcionar para algunos voluntariosos pesadores de gramos de pan (pero no para todos), al final, el hambre siempre gana. Cualquier régimen para adelgazar o fotocopia de menú semanal hipocalórico que no tenga en cuenta la extrema complejidad del metabolismo humano está condenado a ser una tortura muy poco efectiva[3]. Dará igual que tengas la fuerza de voluntad más poderosa del universo. Nadie puede soportar perennemente una existencia miserable de hambre perpetua rodeado de comida deliciosa al alcance de la mano. Y si tu nutricionista (que además es muy posible que, afortunadamente, se haya mantenido toda su vida en un peso saludable sin demasiado esfuerzo) te pide que pases hambre a perpetuidad para que alcances y mantengas tu peso ideal, te estará haciendo un flaco favor. No solo el hambre continua y la sensación de renuncia constante pintarán tus días de un taciturno color gris, sino que, a la larga, tu sufrimiento acabará por demostrarse inútil. Acabarás por sucumbir al hambre, tirar la fotocopia de menú semanal y vengarte hinchándote a patatas fritas y pastelitos.

La buena noticia es que por fin el paradigma de las calorías que entran menos las calorías que salen está siendo relegado al pasado. La experiencia personal de millones de personas (y ya por fin los ensayos clínicos[4]) están demostrando que que la dieta cetogénica es segura a largo plazo y más eficaz para perder peso que los menús hipocalóricos.

Así que si tu nutricionista te dice que tu cerebro necesita que consumas glucosa, que la grasa te obstruirá las arterias o que la cetosis nutricional es peligrosa (mientras te aconseja que peses gramos de pan integral para así ajustar tu balance calórico diario porque es la única manera saludable de perder peso), dale las gracias y plantéate buscar alternativas.

¿Te pica la curiosidad por los últimos avances en nutrigenética?

Por fin, después de mucho batallar (y más años de los que quiero admitir disimulando cuando alguien me preguntaba sobre la aplicabilidad práctica real de los análisis nutrigenéticos), he conseguido traer a España MyNutriGenes, el «fórmula 1» de los análisis genéticos adaptados a la nutrición.

No puedo prometer que te cambien la vida, pero sí que saciarán tu curiosidad y sed de conocimiento acerca de la disciplina que está llamada a ser la piedra angular de la salud y el bienestar del futuro.

[1] Harcombe, Z. (2010). The Obesity Epidemic: What caused it? How can we stop it? Disponible en Amazon.

Taubes, G. (2019). ¿Por Qué Engordamos? Y Qué Hacer Al Respecto. Disponible en Amazon.

[2] ¿Has pensado alguna vez que el óvulo que te dio vida se originó en el útero de tu abuela? Tu madre nació ya con todos sus óvulos, así que cualquier afrenta que soportase tu abuela estando embarazada de tu madre, podría haber influido epigenéticamente en ti.

[3] Fung, J. (2017). El Código de la Obesidad: Descifrando los secretos de la pérdida de peso (por qué tu propia insulina es la clave para controlar tu peso). Disponible en Amazon.

[4] El Dr. Andreas Eenfeldt, el colosal Diet Doctor sueco, tuvo el detallazo de listárnoslos en su web https://www.dietdoctor.com/low-carb/science para nuestro deleite y comodidad.

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Inesuka

Inesuka

Nutricionista, psicóloga y keto coach apasionada (además de feliz superviviente de cáncer, domadora de lupus, insulinorresistente con síndrome de ovario poliquístico y ex-gorda-depresiva-polimedicada).

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