Obcecada en mi epopeya particular y no del todo convencida por las no-patatas fritas de bolsa (ante la ingente proporción de ácidos grasos oxidados y proinflamatorios que podrían contener), he aquí mi podio de chips low carb finas y crujientes deliciosamente caseras.
Admito que requieren un pelín más de tiempo que las pre-elaboradas, pero creo sinceramente que lo compensan con creces, tanto por su sabor como por su nutrición. Dadles una oportunidad, que valen la pena.
Medalla de oro: La joya de la corona (o las deliciosas chips de alcachofa)
¿Qué puedo decir? No puedo evitar favorecer esta maravilla del «no-patatismo low carb»: son sencillamente exquisitas, además de supra-fáciles de preparar y sanas a rabiar. Solo hay que limpiar la alcachofa quitándole las hojas más externas y cortándole el caperuzo. Momento ya de laminar el corazón (no es necesario dejarlo desnudico, que las hojas una vez frititas quedan crujientes y maravillosas) y simplemente freír las laminillas en un pelín de aceite de oliva. En apenas un minuto por cada lado estarán listas para ser convenientemente saladas y regocijadas.
Ved qué apetitosas quedaron las chips que utilicé para ejercer de noble lecho de una deliciosa vieira (ved la receta aquí): sencillamente sublimes y con un resumen nutricional envidiable. Claro primer puesto para las alcachofas.
Medalla de plata: La reina del baile (o las célebres chips de kale)
Por supuesto, no podía dejar de incluir las archiconocidas chips de kale, probablemente las no-patatas fritas low carb más populares.
Aunque (para mi gusto) no les llegan a la suela del zapato a las de alcachofa, debo reconocer que están ricas, quedan crujientitas, apenas manchan cacharros y son muy fáciles de hacer. Así que vale la pena incluirlas en vuestro recetario por aquello de la variedad.
Solo hay que limpiar y secar las hojas, cortarlas en cachitos bonitos, embadurnarlas con un poquillo con aceite de oliva y meterlas en el horno precalentado a unos 180ºC.
En 10 minutos están estupendas (controladlas, que se queman muy rápido y conforme se «marronean» su «deliciosidad» disminuye exponencialmente). Saladlas y probadlas como sustitutas de las sempiternas chips de patata (junto a un delicioso cordero asado por ejemplo).
Medalla de bronce: La rookie del año (o las logradas chips de brócoli)
Suelo aprovechar el tallo del brócoli para hacer cremas de verduras, pero hoy se me ha ocurrido cortarlo a rodajillas finas y freírlo a modo de patata a ver qué salía… ¡Y debo decir que estoy encantada con el resultado!
Lo dicho, me he limitado a cortarlas a rodajas más o menos finas y freírlas en aceite con un ajillo. En cuestión de 4 o 5 minutos estaban doradas. Las he retirado y colocado sobre un papel de cocina que absorbiera el exceso de aceite. Les he puesto sal y no he podido resistir la tentación de probarlas.
¡Qué hallazgo! Desde luego no saben a patata frita, tienen el sabor pelín amargo del brócoli, pero están buenísimas. Además tienen una textura muy similar (y un resumen nutricional mucho más favorable), crujientes y jugosas al mismo tiempo.
Les otorgo un merecido tercer puesto. Definitivamente, no tienen nada que envidiarle a sus primas high carb de patata.
Inés Viñas
Nutricionista (colegiada nº 1572)
Psicóloga (colegiada nº 27008)
Máster en Oncología
Diplomada en Terapia Nutricional
Ilusionada con la Nutrigenómica
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