Hoy quisiera compartir un menú low carb que diseñé para celebrar una ocasión particularmente especial, mi primer aniversario libre de cáncer. Por si buscaseis ideas, el banquete ha incluido una alegre mesica de aperitivos (con unos cándidos huevos endiablados, unos «rima-chupitos» de crema de espárragos «Poesía Eres Tú», unos keto-blinis «Os quiero Mucho… Como la Trucha al Trucho» y un pequeño homenaje a la bella Italia en la irresistible forma del Duo Di Tartine «Mi Plan Maquiavélico con Preaviso») que han durado nada y menos.
Y, como colofón, no podía faltar una delicia (casi) pecaminosa pero muy digna adalid de la causa «hoy sí… hoy toca celebrar por todo lo alto», una tarta mousse de mango. Y es que hace hoy un año, decidí que me permitiría un pequeño regodeo anual en el sublime sabor del mango, como recompensa por mi disciplina férrea.
Y ha valido la pena la espera: es tan rotundamente exquisito como lo recordaba. Y en modo tarta mousse… más 😊
Eso sí, aunque es un bocado de los que hacen que se pare el tiempo a tu alrededor, lo cierto es que es una bomba de azúcar (por el propio mango). Así que yo aconsejo relegarla a tradición anual… ¡y repartirla entre muchos páncreas!
Esta versión sustituye la base de bizcocho de cacao de su antecesora por uno low carb de yogur con ralladura de limón. Las instrucciones son idénticas a las de la tarta de queso con fresas «Me Rindo, Tú Ganas», solo cambia la mezcla con la que se cubre el esponjoso bizcocho, para la que únicamente necesitáis (además de un molde desmontable de unos 20cm):
- un mango hermoso y maduro (ya que nos damos el homenaje, que valga la pena)
- 200g de nata para montar bien fría
- 4 hojas de gelatina
Si no consideráis necesario que vuestro garbeo por el dulce sabor del mango sea en modo «tarta que se aguanta de pie», podéis hacer la mousse sin gelatina y servirla en boles o copas. Queda deliciosa simplemente triturando el mango y mezclándolo con la nata montada, con cariño y movimientos envolventes.
Si vais a por la tarta, apartad tres o cuatro cucharadas de nata, calentadla unos segundos al microondas y disolved en ella las hojas de gelatina prehidratadas unos minutos en agua fría y bien escurridas. Añadidla al mango triturado y montad la nata restante.
Mezcladlo todo, de nuevo con amor (y una espátula, nada de tirar de batidora que os arriesgáis a que la nata se desmorone… ¡o se haga mantequilla!)
Verted la mousse sobre el bizcocho (aseguraos de colocar papel de horno o de acetato tanto debajo como en los bordes si no queréis tiraros de los pelos cuando la intentéis desmoldar) y dejadla reposar en la nevera. Tardará al menos un par de horas en cuajar. Aunque, para ir a lo seguro, yo la dejaría tranquila toda la noche.
Así, al día siguiente os levantaréis de la cama felices e ilusionados pensando en el lienzo en blanco que os espera. ¡Dejad que vuele vuestra imaginación (o vuestro inconsciente)!
La mía del año pasado acabó formando un monigote risueño (curiosamente parecido al hombrecillo feliz que os presenté en las rosquillas low carb o «Una Historia de Amor Verdadero»), pero la de hoy se asemeja más a una alegre y colorida ave del paraíso. ¡Quién sabe en qué estaría pensando!