Esta receta aúna el placer de saborear un bocado de pitiminí digno de la célebre guía gastronómica y la tranquilidad de no tener que desabrocharse el cinturón disimuladamente después. Y si se sirve en conchas… pues qué te voy a contar. Encima, confieso que estas vieiras en concreto venían desnudicas y convenientemente congeladas. Vamos, que estas conchas fueron los hogares de unas tatarabuelas suyas que lavé concienzudamente y guardé a buen recaudo, precisamente, para futuros momentos de necesidad.
Así que aunque parezca una cucada ardua y cara, no son más que unos restos de puré de coliflor, unos medallones de vieira (des)congelados (y convenientemente más baratos) y un toquecillo final de bacon crujiente. Aunque el resultado es sublime. Y la pinta… ¡ya la ves! A mí me conquistaría seguro. Que encima no me tendría que preocupar por que asomen michelines rebeldes a pesar del nivelón estelar.
Y para las 4 vieiras que hice de inicio (dos de ellas, pobrecicas, no sobrevivieron hasta la sesión de fotos), solo necesité:
- los 4 medallones de vieira (des)congelados (reconozco que eran «tamaño atlántico» como poco)
- apenas 2 floretas de brócoli y 2 de coliflor
- una cucharada de mantequilla
- un vaso de caldo de pescado (que hice cociendo unas espinas de merluza en agua con una hojilla de laurel, felizmente sustituible por agua sin mayores contratiempos)
- un par de lonchas de bacon
- chorrillo de aceite de oliva, sal y pimienta
Y me limité a cocer el brócoli/la coliflor en el caldo de pescado hasta que se ablandaron (en cerca de 10 minutos están), triturarlo todo, añadirle la mantequilla y aliñarlo felizmente con sal y pimienta. Una vez listo el puré, cubrí las conchas (secretamente recicladas) con un par de cucharadas generosas, listas para ejercer de lecho de los medallones pasados por la plancha con un hilillo de aceite, sal y pimienta. Verás que son muy agradecidos. En apenas unos minutos se doran y empiezan a oler que alimentan. Cuando están bien doraditos por ambos lados, se retiran y colocan sobre el puré.
Solo falta picar el bacon, freírlo sobre el mismo aceite hasta que esté crujiente y repartirlo sobre las vieira. Yo siempre echo el aceitiño también y las gratino unos minutos en el horno para mayor regocijo y «deliciosidad». Otra ventaja de esta maravilla es que puede dejarse preparada con antelación y hornearse unos minutejos antes de servir. Aunque admito que «guardarlas pa’ luego» requiere una fuerza de voluntad colosal… o una motivación MUY poderosa
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