Qué alegría vivir en una época en la que se pueden comprar zamburiñas sabiamente congeladas. Hace apenas un siglo habrían salido frescas de la Lonxa de Vigo a lomos de una mula y llegado aquí ya no sospechosamente apestosas, sino fosilizadas. Afortunadamente, hoy podemos abrir el congelador y rescatar una bandejiña de estas soberbias «moluscas» sin miedo a intoxicarnos (ni a rompernos una muela) cuando nos invada la morriña.
Y eso es exactamente lo que he hecho hoy. El día ha amanecido lluvioso pero dolorosamente falto de «galleguicidad»… así que he echado mano de unas exquisitas zamburiñas des-congeladas y las he colocado bajo una nube. Más gallego, no se puede. Y como además estaba falta de mimos, las he embadurnado en una salsa ultra-rápida y súper-fácil pero amorosísima hecha con sus corales, las sabrosas lengüecicas rojas. Y el resultado me ha dejado extasiada y exultante de «galleguicidad», aunque apenas me ha llevado 25 minutos de principio a fin.
Así que si también sientes que en tu día lluvioso «falta Galicia», solo tienes que reunir:
- una bandejica de 6 zamburiñas (des-congeladas o no)
- un par de nueces de mantequilla
- media cebollica picadita
- un chorrillo de vino blanco (felizmente sustituible por agua o caldo de pescado)
- una clara de huevo
- un chorrillo de zumo de limón
- aceitiño, sal y pimienta
Empieza por limpiar las zamburiñas. El plan es retirar el medallón y reservarlo, al tiempo que guardamos a buen recaudo los corales y nos libramos de todo lo que parezca sospechoso (incluido el tendoncillo que une el medallón a la concha). Limpia bien las conchas si también las vas a usar de platiño.
La salsa se hace pochando la cebollica en la mantequilla y añadiendo los corales cuando esté ya blandita. Se les da unos garbeícos y se le añade el vino. Deja que se cocine unos minutos y añádele un pelín de agua/caldo de pescado si ves que se seca demasiado. Y casi la tenemos. Salpimenta, tritura y a las conchitas con ella.
Ya podrás recuperar los medallones y pasarlos por la plancha con un pelín de aceitiño hasta que se doren por ambos lados. Nada, tardan apenas 3-4 minutos. Salpiméntalos también y acomódalos sobre el lecho de salsita. Cúbrilos con más salsita si hubiera sobrado, no desperdicies ni una gota, que es el alma del plato. Y ya solo queda encender el horno (con el gratinador me vale), batir la clara (también salpimentada) con un chorrillo de zumo de limón hasta que adquiera un punto de nieve bien firme (ese que desafía la ley de la gravedad cuando le damos la vuelta al bol) y colocarla por encima de las zamburiñas salseadas a modo de nube.
Y al horno con ellas hasta que se doren un poquititito. Nada, como 5 minutos. No queremos que la clara se cueza y quede chiclosa como si hiciéramos nubes de golosina, sino solo asustarla un pelín y que mantenga la textura etérea de la clara batida. Sírvelas recién salidas del horno y disponte a sumergirte en la magia de Galicia allá donde estés. Y si llueve… ¡pues que llueva!
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