Por fin, después de cuarenta años de espera interminable, hoy he podido regocijarme en un desayuno irresistible junto a mi recién descubierta alma gemela: el inolvidable monstruo de las galletas. No solo nos compenetramos a la perfección, también compartimos gustos e inquietudes. ¡No discutimos jamás! Y a pesar de su reputación de comedor compulsivo, me respeta tanto que ni siquiera nos peleamos ante una tentadora bandeja de desayuno con una fresa y dos keto-fosquitos de sobao cubiertos de trufa. Siempre es todo para mí
Y hoy me he alegrado mucho, porque el desayuno en cuestión estaba demencial. Inspirada por (y ciertamente nostálgica de) ciertos pastelitos cilíndricos cubiertos de chocolate que los golosos seguro recordaréis, he echado mano de un par de sobaos cantabrucos (que mi generoso yo del pasado congeló para mi agradecido yo de hoy). Con un cortador de galletas redondo, les he dado la forma del eterno phoskito (y he hecho desaparecer los retales sobrantes con rotunda alevosía y premeditación).
Luego, he recortado los «redondi-sobaos» a media altura y embadurnado la mitad de abajo con crema de macadamias mezclada con cacao puro en polvo (la mítica macadamiella que ya presenté en los sublimes pancakes soufflé).
Para «foskitizarlos» un poquito más, he derretido un par de oncitas de chocolate 100% (al baño maría o en ráfagas cortas al micro a máxima potencia durante unos segundos) y he pintado la superficie. Y ya para darles un acabado todavía más festivo (que una no encuentra a su alma gemela todos los días), he coronado los keto-foskitos con unos besitos de trufa (que he hecho sencillamente batiendo nata para montar y añadiéndole cacao puro en polvo al final).
Puede que las almas gemelas inanimadas tengan sus inconvenientes, pero tener que compartir las bandejas de desayuno no es uno de ellos
Si te decides a regalarte un caprichillo, no dejes de curiosear mis e-books de keto-dulces, que puedes descargarte gratis a cambio de buen karma o también comprar en Amazon, para contribuir a la causa.