Aquí los típicos (y tremendamente adorados por mi persona) calçots con salsa romesco catalanes. Se suelen asar en brasas de sarmiento y servir envueltos en papel de periódico sobre una teja. Huelga decir que aunque no tendrán el toque del humo de la brasa, al horno y en bandeja quedan estupendos también.
El alma del plato es la salsa romesco, una de esas cosas de las que nunca te cansas y que alegra cualquier cosa (hasta convierte una cebolla en una delicia propia de una celebración).
Procedo a haceros conocedores de la receta secreta de mi querida madre (que ha guardado celosamente los treinta años que hace que nos mudamos de Valls, la capital indiscutible de los calçots):
- 1 onza almendras y avellanas tostadas por cabeza (unos 30g para los de este siglo) – sabed que, si no tenéis las susodichas onzas, con cualquier fruto seco queda soberbia igualmente 😊
- 1 tomacó (o tomate de colgar) por ídem
- 1 cabeza ajos por cada 5 o 6 tomates
- 1 ñora por cada cabeza de ajos (sustituible por una cucharada de carne de ñora de tarro)
- Perejil, aceite, vinagre y sal al gusto
- Y cómo no, los calçots (a manojo por cabeza)
Empezamos por encender el horno a unos 180º y meter los tomates y la cabeza de ajos (entera, sin pelar), hasta que se asen (de nuevo, el olor os guiará, aunque para ir bien hay que dejarlos al menos 40 o 45 minutos). Yo suelo aprovechar para escalivar felizmente un par de pimientos y/o berenjenas para mi yo del futuro.
También, poned la ñora en remojo con agua hirviendo y dejadla por ahí, que no moleste.
Aprovechad para limpiar los calçots y preparar una bandeja hermosa que recoja los jugos que sueltan que no querréis que se desparramen por el horno. Cuando se asan a la barbacoa se limpian más bien poco, porque al comerlos se desechan las capas más exteriores. Sin embargo, al hacerlos al horno, creo que vale la pena limpiarlos bien y comerlos tal cual una vez asados (veréis que quedan dulces y deliciosos… ¡no querréis desperdiciar nada!)
Una vez escalivados los tomates y la cabeza de ajos, dejadlos enfriar y meted en el horno los calçots. Subid la temperatura a máxima potencia, a unos 240º. Deberán cocinarse al menos cuarenta minutos (no os preocupéis, el color y el olor no dejarán lugar a dudas – si tenéis dudas, es que necesitan un poco más de horno) 😊
Mientras se hornean los calçots, aprovechad para acabar la salsa. Sacad la carne de la ñora, de los ajos y de los tomates y vertedlo todo en el vaso de la batidora. Añadid las almendras, las avellanas, un poco de perejil, un chorro generoso de aceite de oliva y vinagre y sal al gusto. Batidlo todo y probadlo para rectificar de sal y de vinagre. Si os gusta el picante, añadid un poco de guindilla.
Listo, una salsa para chuparse los dedos que quedará de lujo con cualquier cosa a la que se la añadáis.
Es una receta suculenta, sin gluten, sin lácteos, sin huevo, low carb y mi confesa kryptonita. Ni flores, ni anillos, ni halagos… Dadme una buena teja de calçots con romesco y me sacaréis (casi) cualquier cosa 😀
Pd. Si no encontráis calçots, usad cebolletas
Pd. 2: La salsa se guarda estupendamente un par de días en la nevera y de meses en el congelador, aunque es poco probable que no se acabe antes.