Modo noche

«La mejor manera de vencer la tentación es caer en ella.» (Oscar Wilde)

Hoy el placer tangible e inmediato de mi yo del presente ha pesado más que el bienestar potencial de mi yo del futuro. Y no he podido resistir la tentación de regalarme (solo dos) ligeras y delicadas flores de calabacín, renunciando a las enormes y jugosas cucurbitáceas que podrían haber llegado a ser… con el permiso de los infinitos caracoles y otras criaturas (con derecho a vivir y alimentarse – idealmente en otro sitio y de otra cosa) que campan a su alrededor. No había probado nunca ni a hacerlas, ni a comerlas, pero son mucho más sencillas de manipular de lo que creía. Y tienen un sabor y una textura… de una delicadeza sobrecogedora. Vamos, que (para variar) me he enamorado perdidamente. Me va a costar horrores no acometer una escabechina con las flores que todavía quedan. Voy a atarme prudencialmente las manos a la espalda para poder catar un calabacín crecidito en algún feliz momento del futuro.

Os dejo esta receta por si tenéis la suerte de encontrarlas en el mercado (¡o en el huerto!) y os apetece probarla. Por lo que llevo investigado, en Italia suelen rellenar sus fiori di zucca con queso y otras delicias, pero a mí no me tocan otra vez lácteos hasta el día del juicio¹, que el otro día me pasé tres pueblos². Así que las he rellenado (con un resultado, modestia aparte, soberbio) de aguacate y champiñones salteados con ajo y perejil.

(1). ¡Ved por qué en el dilema de los lácteos!

(2). Pero valió la pena cada bocado 😋

Y realmente son mucho más fáciles de preparar de lo que pueda parecer (muchos apaños de masas sin gluten low carb son infinitamente más peliagudos de manipular). Solo hay que lavarlas con cariño, retirarles los estambres, embutirles el relleno de rigor y enrollar un poquito las puntas de los pétalos sobre sí mismos para crear un bello hatillito de flor.

Si os apetece probar mi relleno de hoy (que por cierto creo que quedaría maravilloso en modo croqueta), solo tenéis que picar unos champiñones y saltearlos en un chorrillo de aceite de oliva. Cuando empiecen a dorarse y se haya evaporado el agua que saquen, añadid ajo y perejil picadito al gusto, dad unos garbeíllos alegres y salpimentad. Mezcladlo todo con aguacate chafadico (aliñado con un poco de sal y zumo de limón o vinagre para que no se oxide) y ya lo tendréis listo para rellenar flores de calabacín (o para comer a cucharadas, que está buenísimo).

Llega ya el feliz momento del rebozado. He usado la técnica de las excelsas alcachofas rellenas o «lo bueno se hace esperar» y las he embadurnado primero en harina de sésamo (sustituible por altramuz, soja o incluso garbanzo²) y luego en huevo batido.

(2). No soy fan de las legumbres, pero abogo por recurrir a ellas ocasionalmente para evitar males mayores, ved por qué en el dilema de las legumbres. ¡No uséis harina de altramuz si sois alérgicos a los cacahuetes!! 

Y las he frito alegremente apenas un minuto por cada lado hasta que estaban doraditas. Y han quedado buenísimas. Lo cierto es que no saben a nada (como su papá mismamente), pero solo por su textura y por la ilusión de probarlas.. ha valido la pena renunciar a dos (potencialmente fornidos) calabacines. Ahora lo difícil será vencer la tentación con las flores que me quedan… 🙄

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Inesuka

Inesuka

Nutricionista, psicóloga y keto coach apasionada (además de feliz superviviente de cáncer, domadora de lupus, insulinorresistente con síndrome de ovario poliquístico y ex-gorda-depresiva-polimedicada).

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