Sí.
«Se busca musa prolífica y de confianza. Se ofrece puesto estable y buen ambiente de trabajo. Compensación a negociar, idealmente en forma de cucuruchos con nata y trufa. Razón, aquí.»
Quizás debido a que mi musa no ha querido confinarse conmigo y anda inspirando por ahí, hasta la fecha no he conseguido lograr una galleta crujiente que aguante la «cucuruchización», pero ni falta que ha hecho.
He aquí una masa brisa, medio galleta, medio bizcocho, que aguanta alegremente ser «cucuruchiceada» y rellenada. Vendría a ser como un tentador brazo de gitano cónico. Igualmente, la masa queda de lujo como base de tartaletas (cuya receta específica encontraréis en la tartaleta de yogur (terapia para el Diógenes confinado), así que si no tenéis moldecitos de cucurucho, podéis hornearla extendida sobre un molde redondo (igualico que la masa quebrada o el tesoro del «no-panadero» para quiches) y tan contentos todos. Y no es difícil en absoluto. Eso sí, si vais a por los cucuruchitos, un pelín de maña (y de manos frías) sí habrá que tener. Aunque siempre podéis recurrir al viejo truco de meter la masa en la nevera unos minutos cuando se os desmenuce y aquí no ha pasao’ ná.
Si queréis probarla (que aunque ahora esté falta de inspiración, esta receta está conmigo desde mucho antes de que mi musa huyera despavorida y vale la pena), calculad que necesitaréis, para los 4 cucuruchos (o rollitos, si tenéis moldecitos cilíndricos) o una tartaleta de palmo:
- un huevo
- 50g de mantequilla blandita
- 3-4 cucharadas de almendra molida (dependerá del tamaño del huevo)
- 1-2 cucharadas de harina de coco (lo mismo)
- edulcorante al gusto (o no, ¡pero la cosa cambia!)
- nata para montar (con apenas 50ml bastará y sobrará para los 4 cucuruchos – si vais a por los rollitos o la tartaleta, mejor id a por los 100)
- chocolate bien negro para pintar el cucurucho o la base de la tartaleta (con apenas 4-6 oncitas tendréis de sobra (el que sobre, quedará de lujo en la trufa))
- cacao puro en polvo (tanto para la trufa, como para la lluvia final de rigor)
Y la magia empieza simplemente mezclando los ingredientes de la masa brisa (la idea es que quede como una plastilina), haciéndola una bola en un papel film y dejándola reposar en la nevera un rato para que asiente y sea más manejable. Una vez descansadita y firme, toca colocarla sobre un papel sulfurizado y (extendiendo el papel film, que ayudará inestimablemente en el proceso en una suerte de doble papeleo) aplanarla con el rodillo hasta lograr un círculo de 1cm de grosor más o menos (más fino se romperá ineludiblemente).
En este punto, recomiendo encarecidamente meterla de nuevo en la nevera para reducir el riesgo de desmenuce. Una vez firme de nuevo, toca cortar el círculo en cuartos. Sin retirar el papel film y con unas tijeras que corten, resulta muy fácil. Aunque si vais a por la tartaleta, pues no hará falta todo esto, solo cubrid un molde (idealmente, dejando debajo el papel de horno y retirando el film de arriba cuando esté colocada). Y los cuartos de círculo pueden ir acomodándose con cariño alrededor de los moldecitos de cucurucho. Eso sí, aseguraos de haberlos engrasado concienzudamente antes si queréis desmoldarlos luego con cierta elegancia. Y al horno precalentado a 180ºC con ellos. Veréis qué rápido se hacen. En apenas 10 minutos estarán empezando a dorarse y pidiendo a gritos ser liberados y alegremente rellenados.
Las opciones son infinitas. Podéis rellenarlos con yogur, con crema de queso (como mi amada mezcla de mousse de mascarpone) o con la sempiterna nata montada. Y si la ocasión lo merece, un pequeño baño de chocolate previo escopeteará su exquisitez a lo más alto. Como mi humilde intención era darle visibilidad a mi anuncio de puesto vacante para musa, he optado por rellenarlos tanto de nata montada tal cual, como de trufa en cucurucho previamente chocolateado. Y (aun a falta de musa) he sido muy feliz.
Para ello, me he limitado a derretir al micro (en tanditas cortas de pocos segundos, para evitar que se queme) el chocolate (en mi caso era 100%) y dejarlo caer alegremente por dos de los cucuruchos. Mientras se asentaba, he batido la nata bien fría. He colocado la mitad en una manga pastelera y he rellenado los conitos destinados a ser «nati-fresizados». He mezclado el resto de la nata con el chocolate derretido que me quedaba ya templado para hacer la trufa. Y le he añadido un extra de color en forma de cacao puro en polvo. Yo no añado edulcorante a la nata porque ya me sabe muy dulce, pero quizás preferís probarla antes de decidir. Y he rellenado los cucuruchos chocolateados de trufa antes de coronarla con una feliz lluvia de cacao puro en polvo. Y ya veis el resultado… Una monada súper vistosa, exquisita y alegremente congelable.
Ojalá el anuncio le llegue a alguna musa menos escurridiza que la que tenía… o sea lo suficientemente llamativo como para que la anterior se decida a volver, que golosa lo es un rato
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