Quien crea que una dieta low carb y un desengaño amoroso épico son incompatibles, no ha probado el infalible helado de chocolate
Te aseguro que aliviará el desamor más lacerante y te hará olvidar ese bidón de helado industrial con caramelo. De veras, a pesar de que mi batacazo ha sido «nivel defenestración» (otra vez), este “llena-vacíos” es casi analgésico. Encima queda delicioso, untuoso y dulzón (con total independencia de que la heladera se haya declarado en huelga o haya optado por abandonarte también). Vamos, que puedes simplemente meterlo en un molde, congelarlo y comértelo a bocaos’ cuando la amargura aflore.
Y las consecuencias del porrazo para nuestro páncreas serán ínfimas si las comparamos con las que supondría el litro de helado rebosante de azúcar (y grasas hidrogenadas) que teníamos en mente. Así que si es hoy el funesto día en el que te han roto el corazón (pero no te apetece ponerte a fabricar desfibriladores diversos como la deliciosa charlota que encontrarás aquí), solo tienes que reunir:
- 2 cucharadas hermosas de crème fraîche (unos 100ml)
- 2 yemas
- edulcorante al gusto (hoy no os suelto el “rollo sermoneador” de los edulcorantes, que no es el día)
- 2 cucharadas de cacao puro en polvo (o un pelín más, en función de tu grado de desgarro cardíaco)
Y solo hay que hacer unas natillas de chocolate ultra veloces, poniendo los ingredientes en un bol al baño maría, sobre una cazuelilla con agua a fuego lento. Remueve continuamente hasta que la mezcla espese (esta cantidad, que da para dos helados pequeños, tarda apenas 8 o 10 minutos). Queremos la consistencia de unas natillas de la abuela.
Retira el bol con la mezcla del baño maría y déjala enfriar. Si tu heladera sí está localizada y funcionando, mejor que mejor. Si no, mete la mezcla en los moldes y al congelador con ellos. En apenas una horica los tendrás listos y a punto para evitar tentaciones de males mayores.
He aquí mi remedio infalible para el desamor: un poco de pócima, una oportuna re-lectura del antidepresivo más eficaz («Las Gafas de la Felicidad» de Rafael Santandreu) y mañana (casi) como nueva. No diré que se olvida una del batacazo, pero sí que ayuda mucho a relativizarlo.
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