Digo yo que si el amigo Stendhal se quedó catatónico ante la visión de tanta belleza abrumadora (dando nombre a su famoso síndrome) solo por patearse Florencia¹, no imagino cómo habría acabado si además hubiera desayunado unos sublimes huevos a la florentina. Al pobre le daba un síncope.
(1). Y yo que de mi escapada florentina solo recuerdo haber pensado que la comida italiana en Italia es muy fácil de rechazar y que la «atención al turista» deja mucho que desear, además de un matador dolor de pies…
Y es que esta versión florentina de los celebérrimos huevos Benedict (que sustituye el jamón/bacon por unas deliciosas espinacas) es una rotunda delicia, sabrosa y reconfortante. No diré que te provocará sí o sí síndrome de Stendhal, pero casi. Y no son difíciles ni fatigosos de hacer en absoluto (especialmente si tu generoso yo del pasado tuvo a bien congelar unos «no-panecitos» o algunas rebanadicas de «no-pan» para tu uso y disfrute futuro).
Eso sí. Como mi habilidad para escalfar huevos deja mucho que desear y soy una obsesa de los cachivaches de cocina, admito que suelo recurrir a un bello escalfador de huevos infalible, aunque también se pueden hacer a la manera tradicional en agua con vinagre remolineada alegremente.
Si quieres aventurarte a probarlos (o ver si a ti también te invade el famoso síndrome catatónico), cuenta que necesitarás:
- un manojillo de espinacas frescas salteadas
- uno o dos huevos poché por cabeza
- una pseudo-tostada low carb (puedes optar por el «no-pan» de molde, como el de lino que hay aquí, aunque yo hoy me he regalado un «no-panecito» de sésamo que tenía alegremente congelado)
- un toquecillo de salsa holandesa (tienes una versión para vagos que se hace en dos minutos aquí)
Una vez tengas todo preparado, llega la parte divertida: sacar al Miguel Ángel que lleves dentro y colocar los componentes como te salga del alma. Yo he optado por cubrir medio «no-panecito» con las espinacas y el huevo (rebanando el otro medio alegremente), salpimentarlo todo y coronarlo con un toquecillo de holandesa. Y mi trabajo me ha costado esperar a haberle hecho la foto para hincarle el diente.
No digo que Florencia y sus inacabables obras de arte no sean arrebatadoramente bellas, pero a mí dame un muchito más huevos a la florentina y un poquito menos arte de belleza abrumadora
Los italianos y la psicosis del trigo
¿Alguna vez te has preguntado por qué los restaurantes italianos levantan tantas pasiones y son tan rematadamente adictivos? No es porque los oriundos del país del risotto tengan una innata habilidad para las artes culinarias, no, sino porque sus seductoras delicias no juegan limpio con nosotros. Y es que, curiosamente, suelen conformarlas tres ingredientes irresistibles pero de nobleza (como poco) discutible: el trigo, el queso y el azúcar. Los tres comparten un villano súper-poder: la capacidad de activar nuestros receptores de opiáceos cerebrales. Igualito que la heroína.
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