He aquí mi cebo-tentación más irresistible jamás creado (y mi más exquisita alternativa al suicidio en caso de derrota). Si no funciona… es un «dedícate a la costura» o «cambia de presa-objetivo», porque está… que roza lo ilegal. De ahí eso de «casi-proscrita» (aparte de que entra en la categoría de low carb solo porque es más low carb que su primo high carb)
No lleva azúcar, ni cereales, pero el dulzor natural del mango le aporta una nada desdeñable cantidad de carbohidratos, así que la reservo para ocasiones realmente críticas y me regalo solo un poquititito. Que encima congelada queda demencial igualmente y nadie se entera.
La ventaja añadida de esta tarta, además de su exultante dulzor y textura amorosa, es que es fácilmente adaptable a días/cocineros vagos con mucho que celebrar/agradecer. Si haces solo la deliciosa mousse de mango y la presentas felizmente en vasitos, en apenas 10 minutos la tendrás lista y te aseguro que deshará el corazón más gélido. Ella sola se basta y se sobra como postre de celebración, pero si la ocasión lo merece… vale la pena dedicar media horita más a la causa y llevar a la mesa esta maravilla.
Los que os decantéis por la tarta en todo su esplendor, empezad por apañar la base. Esta de hoy era un «mega-sobao» (la receta está aquí) de 3 huevos (horneado en un molde de 25cm de diámetro) con pegotitos de chocolate 100% derretido, aunque es felizmente sustituible por un bizcocho de chocolate o por las míticas galletas trituradas con mantequilla. Una vez listo, solo hay que recortar el sobao/bizcocho del tamaño de un molde desmontable más pequeño (este mide 22cm de diámetro) y colocarlo de base. Yo pongo papel de horno o film en la base para que mi yo del futuro pueda desmoldar la tarta con elegancia. Así quedarán las 3 fases bellamente diferenciadas y obtendréis un inefable botín de retales.
Vamos a por esa deliciosa mousse de mango. Para 4-6 vasitos alegres o para rellenar una tarta de tamaño «familia bien avenida» (de unos 20-24cm de diámetro), necesitamos:
- un mango maduro triturado
- 200g de queso crema (yo tenía mascarpone, que queda niquelao’)
- 200ml de nata para montar
- un par de láminas de gelatina (si la ocasión se merece la tarta)
- edulcorante al gusto (yo ni siquiera le echo, el mango aporta suficiente dulzor para mis papilas)
Si vas a por la tarta, pon a hidratar la gelatina en agua fría. Es importante darle un hervor al puré de mango o la gelatina no cuajará. El mango (como la piña o el kiwi) contiene enzimas que la inutilizan, a menos que las inutilicemos nosotros primero calentándolas
Disuelve la gelatina hidratada en el mango cuando lo retires del fuego y divídelo en dos mitades. Reserva una para ejercer de capa de arriba refulgente y colorida y mezcla la otra con el queso. Monta la nata bien fría. Solo queda añadir la nata montada a la mezcla de queso y mango. Hazlo con cariño y movimientos envolventes para que mantenga la textura ligera y vaporosa. Pruébala a ver cómo la notas de dulce y vuélcala en el molde con la base de bizcocho/sobao/galletas. Mete la proto-tarta en la nevera y déjala reposar unos minutos.
Cuando el mango restante esté templado (pero antes de que se enfríe demasiado y cuaje la gelatina), calcula unos 10-15 minutos, colócalo por encima de la mousse con mucho cariño para que no se mezclen las fases. Y ya casi la tenemos. Déjala reposar en la nevera, idealmente, toda la noche.
Llegó el momento de dar rienda suelta a tu creatividad. Desmóldala con cariño y decórala como buenamente te dicte el espíritu con el que hayas amanecido.
Yo hoy he embadurnado los bordes con nata batida mezclada con cacao puro en polvo y picadillo de almendra. Y como colofón, le he puesto un poco de chocolate 100% derretido formando un dibujín (he aprovechado la manga «manchada» de chocolate derretido para colocar unos últimos besitos de nata con cacao). Y ya sé que me repito más que el ajo, pero estaba brutal.
Así que lo poquito de tarta «casi-proscrita» que me queda y yo estamos expectantes esperando a ver si la estrategia surtió efecto. Alea jacta est
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