Admito que esconder la cabeza bajo tierra no suele ser muy productivo (y además deja temerariamente expuesta una parte muy vulnerable de nuestra anatomía), pero este año no visualizaba mi mona de Pascua con alegres y despreocupados pollitos amarillos, no, sino más bien… con un avestruz acongojado y cobardica.
Sí, ya sé que el mundo es para los valientes, pero a mí ahora mismo el cuerpo me pide esconder la cabeza. Y si es en un obscenamente cremoso semifrío de nata con sabor a chocolate, mejor que mejor 
Madre mía, qué rico queda. Y aunque el nombrecillo suene un pelín rimbombante, es muy fácil de hacer. Y es que llaman semifríos a las tartas en las que se gelifica algo (suele ser queso cremoso, yogur o nata) sobre una base de galleta o bizcocho. Y este en particular no es más que nata con gelatina (lo que vendría a ser una panna cotta de toda la vida) sobre una base crujiente de galletas chafadas.
Si te decides a probarlo, sea para festejar la Pascua, la primavera o que el mundo parece que sigue girando, cuenta que necesitarás:
- un molde desmontable (este mide 16cm de diámetro) y papel film/acetato para cubrir la base y los bordes
- un alijillo de galletas (estas las tenía felizmente congeladas – eran apenas 10 de las keto-galletas de cacao que tenéis aquí)
- 2-3 nueces de mantequilla (contad 40-60g según cuántas galletas tengáis para destinar a la causa)
- 400ml de nata para montar
- una cucharada hermosa de cacao puro en polvo
- 4 láminas y media de gelatina neutra (creo que es la medida perfecta para lograr esa consistencia cremosa pero tersa)
- edulcorante al gusto (yo no le echo, pero mejor pruébalo a ver)
Empieza por triturar las galletas y mezclarlas con la mantequilla derretida. Coloca la mezcla en la base del molde (si pones un papel de horno/film debajo, lo agradecerás infinito cuando pretendas desmoldarlo). Y a la nevera con ello, que asiente la base. Sigue por poner la gelatina a hidratar en agua fría y decidir si quieres que el resultado final muestre una línea limpia entre la fase de nata y de chocolate o si te da lo mismo, que lo mismo te da.
Si no tienes inquietudes lineales (como yo), pon a calentar 200 ml de la nata en un cazo por un lado y los otros 200ml en otro cazo por otro. Elige uno de ellos para añadir el cacao y remueve alegremente. Cuando arranquen a hervir, retíralos del fuego y disuelve en cada uno el edulcorante que consideres y 2 láminas y cuarto de la gelatina prehidratada. ¡Ya casi estamos!
Deja templar ambas natas un pelín y colócalas sobre la base de galleta, primero una y luego la otra. Se mezclarán un poquito, pero se verán ambos colores igualmente. Si prefieres que quede una línea recta limpia entre ambas fases, solo tienes que poner a calentar, gelatinizar, templar y volcar una de ellas. Cuando haya cuajado (después de un buen rato de frigorífico), haz lo propio con la otra y viértela por encima de la primera. ¡Y a la nevera con ello!
En apenas unas horas podrás desmoldar tu mona/semifrío, espolvorear un poco más de cacao puro en polvo desde un colador y sumergirte en él. Así que si también sientes que tu cabeza quiere desaparecer bajo tierra, no seré yo quien te sermonee. Solo te pido que asegures bien tu retaguardia
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¡Ojalá te deleiten tanto como a mí!
