Modo noche

Reconozco que nunca fui de las que se acuesta abrazada a una zambomba por Nochebuena. Ni siquiera comparto el amor patrio por los turrones y los polvorones¹ a pesar de mi confesa adicción al dulce. Admito incluso que le guardo cierto rencor a Papá Noel, que tiene una alevosa tendencia a ignorar mi chimenea… o a traerme calcetines.

Vamos, que era una rancia y cascarrabias Sra. Scrooge en ciernes… hasta hoy.

Sin pretenderlo, he invocado (con un éxito rotundo) a mi escurridizo espíritu navideño. Ahora me apetece salir a la calle envuelta en guirnaldas a cantarle villancicos a mis vecinos y colgar bolas doradas de sus cipreses.

(1). ¡pero por las marquesitas y mazapanes sí! 😁

Y ha sido gracias a que he seguido una loca corazonada y he pasado un rato hiper-feliz… montando una alegre casita de pan de jengibre low carb. Así que aparte de alegrarme la mañana (y el almuerzo) y de reconciliarme con el susodicho espíritu, la casita me ha ahorrado la potencial visita de los fantasmas de mis navidades pasadas y futuras, que no me apetecía mucho. Un triunfo, vamos.

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¡Y no ha sido difícil en absoluto! Solo requiere algo de cariño, ganas de hacer manualidades, tiempo (ponle una media hora para dar forma y hornear todas las galletas que conformarán la casa, otra media para montarla y el rato que buenamente decidas destinar a decorarla) y una voluntad férrea para no mordisquear las paredes antes de tenerla lista.

Si tienes niños, apuesto a que lo pasarán bomba (y les quedará mucho más alegre y colorida que a mí, que he sido pelín austera en la decoración, básicamente porque no confío en mi capacidad de «comprar lacasitos pero no comer lacasitos»).

Mi casita tenía paredes de galleta de jengibre (mismamente como las inocentonas galletas especiadas navideñas) y cemento de crema de queso. Incluso le he puesto un suelo de hierba nevada mezclando un poco de coco rallado con té matcha. Y puede que fuera austera en su decoración, pero estaba riquísima. Y eso que ni siquiera he edulcorado el mortero de queso (ya que me daba el capricho lácteo, quería disfrutar de él). Ha sido como utilizar una tostadita de pan dulce para degustar una tabla de quesos, pero alegremente «jengibri-casificada» 😁

Como nací sin el menor sentido visoespacial, he recurrido al pack-casita de arriba (que incluye cortadores de galleta para cada pared, así que es a prueba de almas ávidas de navidad pero con poca habilidad arquitectónica), aunque con una plantilla casera apañada puedes crear un casoplón maravilloso.

Si te decides a invocar a tu propio espíritu navideño (escurridizo o no), cuenta que para las galletas de esta, han caído.

  • 2 huevos
  • 8 cucharadas de almendra molida
  • 4 cucharadas de harina de coco
  • 2 nueces de mantequilla (blandita)
  • 1 cucharadita generosa de canela molida
  • 1 cucharadita colmada de jengibre molido
  • pellizco de sal
  • la ralladura de un limón
  • edulcorante al gusto (yo le he echado una cucharada de xilitol)
  • y un toquecillo de nuez moscada rallada.

Además del cemento de queso, coco rallado para «nevar» el tejado, el té matcha para el césped y lo que fuera que te apetezca destinar a su decoración. Lo he mezclado todo y he hecho una alegre bola que he envuelto en papel film y dejado reposar en la nevera un rato. Luego he encendido el horno a 180ºC , he aplanado la masa con el rodillo entre dos papeles sulfurizados y he empezado a dar forma a las galletas.

Esta mezcla no es tan manejable como las que llevan gluten, pero si se coloca encima el cortador y se retira el sobrante se consiguen las paredes de galleta sin mucha dificultad. Aunque si usas tu propia plantilla, un pelín de habilidad con el cuchillo sí tendrás que tener. Las he horneado alegremente apenas 10 minutos y dejado enfriar sobre una rejilla.

Con estas cantidades/cortadores me han quedado las paredes finitas (porque hoy no tenía muchos páncreas ajenos a mano y prefiero evitarme tentaciones, que muy navideña no soy, pero una golosa redomada, sí). Aunque si sois muchos, yo haría más masa (adaptando la receta a 3 huevos) y así quedarán las paredes más sólidas primero y más generosas después.

Y para el cemento, me he limitado a batir 4 cucharadas de queso crema, 2 nueces de mantequilla (también blandita), una cucharada de nata para montar (aquí puedes elegir edulcorarla o salpimentarla). Lo he metido en una manga pastelera (aunque una bolsa de plástico con un cortecito en una esquina serviría igual) y he ido soltando churrillos de mortero, primero en el suelo y después en los bordes de las paredes. Las he ido colocando y (contra todo pronóstico) se han aguantado felizmente.

Y aunque mis habilidades manuales y/o visoespaciales son más que exiguas, ya ves qué cucada de «pan con queso» ha salido. Sospecho que mi reencontrado espíritu navideño me ha echado una manita. Ahora solo falta que Papá Noel reconsidere su alevosa tendencia a ignorar mi chimenea (o traerme calcetines) y estaremos en paz 😊

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¡Ojalá te deleiten tanto como a mí! 

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Inesuka

Inesuka

Nutricionista, psicóloga y keto coach apasionada (además de feliz superviviente de cáncer, domadora de lupus, insulinorresistente con síndrome de ovario poliquístico y ex-gorda-depresiva-polimedicada).

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