Hoy he tenido un curioso sueño daliniano en el que intentaba agarrar una aurora de belleza abrumadora, pero las luces de colores se me escurrían como pintura entre los dedos. Y una de las ventajas de no tener editor, es que una puede publicar todas las locuras que se le ocurren.
Como aún tenía fresca en la memoria la curiosa crema estelar que emula un bello cielo estrellado, para quitarme la espinita me he propuesto capturar las esquivas luces del norte (o del sur)… en un plato (sí, supongo que estoy loca perdida). Y así ha nacido la curiosa crema aurora boreal (o austral).
Para ello, he echado mano de mi inefable sopa azul (la exquisita crema de col lombarda que tenéis aquí) y la he destinado a ejercer de bella noche polar (aunque admito que esta la he servido calentita).
Y para emular la escurridiza aurora boreal (o austral), he apañado una reconfortante crema de calabacín y espárragos trigueros (que he hecho cubriendo mitad de calabacín y mitad de espárragos con agua, cociéndolo todo unos 10 minutos, salpimentando y triturando alegremente).
Y ahora ha llegado el momento feliz de «aurorear» la noche. Una vez lista la crema verde, la he puesto a cucharadas como buenamente me ha parecido, procurando simular sus conmovedoras ráfagas de luz.
Para el bello color fucsia, solo hay que darle un toquecillo de vinagre (es súper curioso, el ácido reacciona con el color de la lombarda dando ese increíble color rosáceo brillante).
Y para el toquecillo amarillo, solo hay que echar mano de la infalible cúrcuma (solo un poquitito, que si no se comerá los demás sabores). Y así obtendréis una reconfortante crema súper sabrosa, paleo, vegana y low carb… ¡que casi parece capturar a la escurridiza aurora boreal (o austral)!