Modo noche

El arduo camino de Santiago paleo low carb

Curiosos masoquismos aparte, ¿hay algo que invariablemente te cause un dolor atroz, pero al mismo tiempo te haga extrañamente feliz? A mí me ocurre con el camino de Santiago. Cada vez que me regalo unas etapas, acabo hecha una piltrafa, mis amados pies pierden como mínimo un par de uñas y me pregunto por qué estoy sufriendo esa tortura cuando podría estar tumbada en una playa… pero siempre quiero más.

¡Es como la vida misma! No es fácil, pero tiene su encanto.

El objetivo es caminar durante horas y horas sin fin (a pleno sol, soportando la lluvia o luchando contra el viento), con los pies destrozados y el cuerpo dolorido… Y no permitir que tu diablillo comodón coja el móvil subrepticiamente y llame a un taxi para poner fin al calvario, sin otra recompensa que la satisfacción personal de saber que lo has logrado (y unos glúteos de acero, eso sí) 😊

 

 

Aunque el gustazo de llegar al destino lo compensa, no dudes de que sudarás y sufrirás. Y si encima pretendes seguir con tu estricta dieta paleo low carb antiinflamatoria mientras te dejas pies y articulaciones varias en el camino, el desafío se convierte en pura agonía. Pero no dejes que ese detallito te aleje del enorme placer que supone ir venciendo etapas. Es difícil, sí, pero no es imposible.

Ya te adelanto que, a menos que puedas llevarte de séquito un par de elefantes cargaditos de deliciosas viandas perfectamente frescas, paleo y low carb, algunas concesiones sí habrá que hacer. Te dejo aquí unos truquiños para minimizar el inevitable garbeo ocasional por el mundo «no-paleo-no-low-carb», por si pudiera ayudarte a que, aunque te mojes los pies, no te sumerjas en él.

 

Kit de supervivencia inicial

Por mucho que «mole» improvisar, para el buen paleo-low-carbista, la previsión es esencial para minimizar la exposición. Asumo que, hoy en día, muchos no podréis permitiros hacer de una tirada el camino entero y optaréis también por ir haciendo etapiñas. Aquí radica la importancia del kit de supervivencia inicial, ese que traéis de casa y, aunque sea perecedero y no vaya a durar mucho, os permitirá empezar el camino con un par de días de saciado caminar. Y eso que tenemos ganado.

Y lo más recomendable para un buen kit de supervivencia inicial del camino, cómo no, es una densa y saciante tarta de Santiago a prueba de embestidas mochileras. Además de estar tremenda, resistirá tranquilamente el par de días que la tengas sin nevera. Ni siquiera notaremos que no está recién hecha cuando le hinquemos el diente hambrientos, exhaustos y resignados ante los 15 kilómetros que aún faltan para el siguiente pueblo. Y ya que enciendes el horno, aprovecha para incluir en ese tesoro de kit unas galletas de coco o unos alegres almendrados (que también son poco menos que inmortales y te iluminarán el rostro si el desayuno disponible se limita a tostadas con mermelada y bollería industrial).

 

 

Kit de supervivencia perenne

Algo que siempre hay que tener en la mochila (que puedes ir reponiendo en la mayoría de las tiendecitas de los pueblos en los que duermas) son los frutos secos (que sean variaditos, no te hinches a almendra día sí y día también, que no queremos pasarnos de oxalatos tampoco).

Llévate tu tarrito de aceite de coco (que café siempre hay) para hacerte un delicioso bulletproof coffee (o café a prueba de balas) con el que podrás tirar millas hasta un bar más surtido sin preocuparte excesivamente por no haber desayunado. Idealmente, eso sí, que sea en un tarrito de cristal, no queremos que el aceite disuelva el bisfenol-A del plástico y nos haga un flaco favor.

Asegúrate también de incluir en el kit un alijo de tu chocolate 99% o 100% que, por muy encantadores que sean los pueblecitos que abrazan al camino, en ellos no encontrarás. Y por si surgieran momentos de crisis (cuya probabilidad de aparición dependerá de qué tramos elijas y cuán estricto/a seas), yo añadiría al kit unos torreznitos de cerdo feliz, ¡que más vale prevenir!

Desayunos

Aunque este año me he regalado mis etapas en modo marquesa (con mochila ligerita y cama reservada), he tenido que renunciar al desayuno igualmente la mayor parte de los días (lo cual no le ha restado un ápice de alegre sufrimiento al camino) 😊

En algunos lugares sí ofrecen huevos para desayunar, pero yo recomiendo que no cuentes con ello, mejor que sean una alegre sorpresa inesperada eventual a que te lleves un chasco día sí y día también. En el peor de los casos (que también son la mayoría), no habrá más que café, tostadas, zumo y bollería industrial. Si suplicas, algunas veces te darán algo de fruta (y algunas no), aunque vale la pena intentarlo. He aquí una de las concesiones: si vas a caminar de 20 a 30 kilómetros, algo de fruta mañanera no debe asustar. Quemarás su azúcar alegremente. Eso sí, que sea fruta: el zumo de naranja (natural o no) mejor rechazarlo (no creo que compense el chute épico de insulina y el bajón de azúcar subsiguiente).

Si además de mermelada hubiera queso y embutido para las tostadas, puedes hacer otra concesión. Yo, dada mi condición de «combatiente contra el cáncer a ratos», he optado por renunciar al queso industrial que sí se me ha ofrecido (ve por qué en Lácteos: El Dilema), pero, a cambio, he hecho la vista gorda a las dextrosas y aditivos varios y he cogido algo de embutido cuando tenía (más o menos) buena pinta.

Aunque la verdad es que la mayoría de días me he echado a andar después de solo un café con aceite de coco tan feliz y sin mayores problemas (es otra de las ventajas de ser una eficaz quema–grasas, que haberlas haylas) 😀… ¡Y tampoco querrás afrontar cuestas con el estómago a reventar!

 

Almuerzos y cenas

Afortunadamente, casi en todas partes de este lindo país puede uno/a agenciarse una ensalada, unos huevos, algo de verdura o carne sin rebozar (¡aunque no en todas! yo tiré de torreznos con un pepino a mordiscos en una ocasión). Lo más habitual son los menús del peregrino a base de pasta, arroz o legumbres, rebozados varios y postres lácteos con mucho pan. Y a menudo, que puedas almorzar o cenar bien no dependerá en absoluto de tu cartera, sino de que «haya» o «no haya». ¡Pero será mucho más fácil que desayunar! A poco que el pueblecito tenga cara y ojos, habrá donde pedir unos pimientos (del piquillo o del padrón, según dónde te pille), unas judías verdes con jamón o un estofado a la antigua. Sí te recomiendo decirle a todo el mundo que tienes alergias alimentarias y/o que eres diabético/a y debes controlar el azúcar, porque incluso en los pueblecitos del camino echan curiosos aliños azucarados a las ensaladas y pan con leche a las albóndigas con muy buenas intenciones.

Aunque será imposible controlar que realmente todo lo que comas quepa realmente en una dieta paleo low carb antiinflamatoria (porque nunca podrás a menos que prepares tú la comida de principio a fin), sí es posible mantener la afrenta en niveles aceptables durante el tiempo que te regales. 

Disfruta del merecido descanso del peregrino y de la rotunda belleza del camino que, tortura o no, vale la pena.

 

 

Quizás te preguntes, con lo difícil que resulta mantenerse fiel a la dieta (y la extrema importancia que tiene, especialmente cuando combatimos un cáncer o una autoinmune), por qué recomiendo que te líes la manta a la cabeza y eches a andar. Pues, sinceramente, porque creo que, si logras mantenerte a flote y no sumergirte en menús de macarrones, croquetas y natillas, el ejercicio, el aire puro, el buen ambiente y el baño de luz diario lo compensará con creces.

¡Buen camino!

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3 Comentarios

  1. juan manuel

    cada vez lo haces mejor!

    1. Inesuka

      Será verdad eso de que más sabe el diablo por viejo que por diablo 😀
      ¡Gracias!

  2. Isma

    Gran post. Sigo una dieta cetogenica y me encuentro bien y me da pena cambiar por hacer el camino de Santiago, asi q a ver si lo voy solucionando…..

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Isma

Inesuka

Nutricionista, psicóloga y keto coach apasionada (además de feliz superviviente de cáncer, domadora de lupus, insulinorresistente con síndrome de ovario poliquístico y ex-gorda-depresiva-polimedicada).

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