A pesar de todos mis esfuerzos, el sapo ha seguido siendo un sapo. Aunque no hay mal que por bien no venga. Puede que este príncipe encantado no despierte muchas pasiones, pero sale muy barato y mantiene a las moscas alejadas del flan de cacao, que será enterito para mí
Lo cual no es baladí, porque queda buenísimo (tal como cabría esperar de algo llamado «flan de cacao», vamos) y se guarda estupendamente un par de días en el frigorífico.
Y ha sido tan fácil como «cacaoizar» mi amado keto-flan de vainilla (cuya receta tienes aquí), echándole a la mezcla una cucharada hermosa de cacao puro en polvo y un par de cucharadas adicionales de agua (para contrarrestar la solidez extra que el cacao aporta a la mezcla y mantener la consistencia «flanosa»). Aunque no echarle el agua tampoco es muy grave, simplemente queda más pudding y menos flan, pero riquísimo también.
Igualico que en la receta original, si el plan es presentarlo desmoldado (cosa que no es necesaria en absoluto), mejor colocarle un papelico de horno contra el molde antes de verter la mezcla.
Y con un último toque de cacao puro en polvo en forma de lluvia desde un colador… queda como un final feliz de cuento de hadas, cremoso y con sabor a chocolate.
Y ya ni falta que hace que aparezca ese príncipe encantado. No vaya a ser que el hombre prefiera celebrar el fin de su época anfibia con mi flan (en lugar de regalarse el festín de moscas de rigor) y me fastidie el desayuno de mañana
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