Modo noche

¿Por qué ya no pierdo peso con mi dieta low carb?

Si tu primer acercamiento al low carb ha venido motivado por el deseo de perder algunos kilillos de más, ten en cuenta que es mucho más que una dieta para adelgazar, pero entiendo que la tentación de tirar la toalla aumenta progresivamente conforme pasan los meses y la motivación inicial disminuye. Al final, vivimos en un mundo repleto de dulces tentaciones e influencias de dudosa benevolencia. Y ni nuestra fuerza de voluntad es siempre estoicamente férrea, ni nuestras vidas caminos de rosas perpetuos. Así que asumo que todos, antes o después, nos enfrentaremos cara a cara con la consabida recaída (en cuyo caso, solo hay que perdonarse tranquilamente y volver a la casilla de salida). Y es que aunque una dieta paleo low carb antiinflamatoria podría ser el ungüento amarillo que te permita no solo librarte de ese incómodo sobrepeso, sino también potenciar una salud vigorosa que te aboque a un envidiable envejecimiento tardío, puedes estar seguro/a de que tu epopeya low carb particular te desafiará con algunos obstáculos.

Igual que en la vasta mayoría de aspectos que rodean esta nuestra vida, en el mundo de las dietas bajas en carbohidratos no todo es blanco o negro, sino que se perfila en una surtida paleta de grises. No solo porque todos somos diferentes (tanto entre nosotros, como en relación a nuestros yoes pasados y futuros), sino también porque resulta imposible controlar todas las variables que pueden hacer zozobrar el ritmo al que adelgazamos. Aunque sí hay ciertos parámetros que contribuyen considerablemente a que los estancamientos se eternicen sobre los que tenemos control.

Malditos estancamientos (o dichosos plateaus…)

Aunque generalmente la mera reducción de los gramos de hidratos de carbono que consumimos al día basta para dar el escopetazo de salida a una pérdida de peso fácil y rápida, si pretendes mantener esa tendencia, tendrás que añadir un par de ingredientes más al caldero. Y es que, seguramente, llegará un momento en que te darás de bruces con un plateau. Aunque se traduce literalmente por llanura, se refiere a las inevitables épocas de parón en la pérdida de peso, representadas gráficamente por una línea desmotivadoramente recta tras la alegre bajada inicial.

Vale, pero, ¿por qué?

 

Para empezar, debes ser consciente de que quizás tu peso estable es algo superior al que te gustaría. Y conforme te acerques a él, la velocidad con la que adelgazas aminorará ineludiblemente. Asumido esto, sabrás que tu figura no la dibuja en absoluto la diferencia entre las calorías consumidas versus las calorías gastadas, sino un preciso e intrincado engranaje hormonal. Y como tal, hay algunos factores que pueden boicotearlo sin piedad, como:

La falta de hierro y los falsos amigos

¿Te resistes a la carne roja pero te hinchas a espinacas salteadas? Pues es muy posible que los oxalatos te estén impidiendo absorber el hierro que consumas. Y si tus niveles de hierro andan poco boyantes, no podrás adelgazar. Quizás valdría la pena pedir unos análisis que midan tu ferritina (o hacer la prueba alegremente, reduciendo las almendras y espinacas… ¡y aumentando la carne!)

También las lectinas podrían tener su parte de culpa, porque pueden activar los receptores insulínicos y fastidiarte el plan. Quizás te compense empezar a pelar los tomates, pimientos y berenjenas (o dejarlos una temporada a ver).

¿Quieres aprenderlo todo sobre la dieta cetogénica? 

Echa un ojo a la Keto-Maratón, el programa que condensa una década de estudio obsesivo en apenas 12 horas de audio o vídeo, que terminarás con una sonrisa (y un delicioso menú semanal)… en especial, ¡si usas el cupón EPOPEYA para que se te aplique un 10% de descuento!

Los tóxicos

Una de las causas más comunes que te impedirá la pérdida de peso (a pesar de que seas estoicamente fiel a una dieta low carb) es que tu cuerpo se proteja de liberar toxinas que tiene acumuladas en los adipocitos (las células grasas) y te boicotee el adelgazamiento. Aparte de las exposiciones obvias (que desgraciadamente no puedes controlar) como la contaminación del aire que respiras o los estrógenos del agua que bebes, ¿no tendrás moho en casa? ¿O quizás haya ciertos compuestos químicos (metales pesados como mercurio o plomo, herbicidas, fertilizantes, productos de limpieza, plásticos bioacumulables, aditivos…) a los que te veas expuesto/a con asiduidad? Podrían estar acumulándose insidiosamente en tu sistema.
Piénsalo bien y préstales la atención que merecen, porque no solo te impedirán adelgazar, también aumentarán exponencialmente tus papeletas en la rifa de las enfermedades crónicas no transmisibles. Lee aquí algunos consejos simplones para minimizar tu exposición a tóxicos.

Una coreografía hormonal alterada

Las hormonas siguen una coreografía muy precisa, que se sincroniza según la información que llega del exterior (el ciclo circadiano noche-día y el estilo de vida que llevas, incluidas la comida, el movimiento y la tranquilidad espiritual). Las terapias de reemplazo hormonal, las pastillas para dormir, no ver el sol, no moverse o estar perennemente intranquilo impiden que las hormonas se acompasen y todo se vuelve del revés.

Y ya si entran en escena una tiroides poco resolutiva (quizás motivada por un proceso autoinmune – lee aquí lo que aconseja al respecto el Dr. O’Bryan) o una época de cambios rotundos, como el embarazo o la menopausia, asume que deberás ser paciente y probablemente bajar tus expectativas. Pero ten siempre presente que lo más importante es saber que te estás nutriendo lo mejor posible, en lugar de boicoteándote con comida inflamatoria y de dudosa calidad nutricional que te hace poco bien.

El estrés crónico y la ansiedad

He aquí una de las asignaturas pendientes que solemos compartir todos a día de hoy: ese agobiante estrés perenne con el que nos hemos habituado a convivir (y que a menudo nos auto-creamos sin ninguna necesidad). Y es que si tienes el cortisol (la hormona del estrés) alto, dará igual lo que comas, tendrás la insulina alta y seguirás en modo «guardar para luego» en lugar de usar la grasa acumulada como combustible.

¿Has intentado activamente relajar esos «nervios»? La verdad es que la meditación, el yoga y el reconocimiento de que esta vida es incierta para todos en todo momento y siempre lo será pueden hacer milagros. Mientras tengas el cortisol por las nubes, complicado será que sigas bajando de peso.

No dormir lo suficiente (o lo suficientemente bien)

No solo nos auto-restaura y nos mantiene jóvenes y bellos, un sueño profundo y reparador también aumenta la sensibilidad a la insulina (para entender por qué es algo más que deseable, lee Resistencia a la Insulina o «la Caja de Pandora»). Así que si no duermes bien, adelgazar te resultará realmente difícil (porque igualmente tendrás unos niveles de insulina que te impedirán quemar grasa sin esfuerzo).

Si las tomas, plantéate dejar de recurrir a las pastillas para dormir y sustituirlas por algo de higiene del sueño. Los atajos farmacológicos te hacen un flaco favor (son meros parches que te dejan inconsciente pero impiden que tu cuerpo baile su exquisita coreografía hormonal y reparadora). Asegúrate de hacer algo de ejercicio cada día y de exponerte al sol todo lo posible. Baja el consumo de cafeína. Oblígate a cenar pronto y a irte a la cama como los jilgueros (al menos tres horas después de cenar, eso sí). Y deja los dispositivos electrónicos bien lejos al menos un par de horas antes de acostarte (si mi anterior consejiño te suena a tortura insoportable, como mínimo asegúrate de que no emitan luz azul poniéndolos en modo noche). 

¿Y no hay algún truquiño adicional para seguir adelgazando?

No, no hay ninguno que no te imagines ya. Sencillamente, asegúrate de que mantienes bien bajo tu consumo diario de carbohidratos netos, evita los procesados, come solo cuando tengas hambre, prueba el ayuno intermitente, reduce el consumo de frutas, lácteos y frutos secos, relájate, haz algo de ejercicio, sal al sol, quiérete mucho, duerme tus horas, agradece cada día que amanece y no decaigas…

¡que valdrá la pena!

¿Te pica la curiosidad por los últimos avances en nutrigenética?

Por fin, después de mucho batallar (y más años de los que quiero admitir disimulando cuando alguien me preguntaba sobre la aplicabilidad práctica real de los análisis nutrigenéticos), he conseguido traer a España MyNutriGenes, el «fórmula 1» de los análisis genéticos adaptados a la nutrición.

No puedo prometer que te cambien la vida, pero sí que saciarán tu curiosidad y sed de conocimiento acerca de la disciplina que está llamada a ser la piedra angular de la salud y el bienestar del futuro.

4 Comentarios

  1. ROCIO

    EXCELENTE ARTÍCULO, INÉS.
    AHÍ ESTOY YO…. EN TODOS LOS EJEMPLOS….
    PERO DE MOMENTO, SIN DECAER…

    1. Inesuka

      Olé!!! Ahí me gustas, Rocío!!! No esperaba menos de ti ?

  2. Edith solis García
    Edith solis García

    Maravillosos post, apenas estoy leyendo los primeros pero pienso leer todo, me atrapo por su veracidad y congruencia .
    Muchas gracias de verdad por compartir , llevo años buscando información sobre mi problema de resistencia a la insulina y apenas hasta ahora encuentro información . Mil gracias.

    1. Inesuka

      Gracias a ti, Edith!! Poco a poco conseguiremos entre todos que el mensaje se expanda!! 💪 Ánimo y, si puedo ayudarte en algo, no dudes en decírmelo!!
      Un abrazo, Inés

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Inesuka

Inesuka

Nutricionista, psicóloga y keto coach apasionada (además de feliz superviviente de cáncer, domadora de lupus, insulinorresistente con síndrome de ovario poliquístico y ex-gorda-depresiva-polimedicada).

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