He aquí mi infalible arma secreta para cuando me aventuro a pedir perdón, amor o dinero: la sublime tarta helada de arándanos low carb, un rotundo y exquisito «golpe bajo y a traición» para pillar por sorpresa a mis cándidos objetivos y maximizar las probabilidades de triunfo.
De veras. Apuesto mi asignación mensual de chocolate 100% (que hoy por hoy es la más feliz satisfacción que atesoro) a que con esta obscena delicia conseguirás engatusar y desarmar los corazones más duros de roer. Desde luego mis recelos se esfumarían ante cualquier petición que viniera acompañada de un buen cacho de esta fresquita y cremosa exquisitez sin gluten, sin azúcar y low carb. Así que como una nunca sabe qué le deparará la batalla, más vale prevenir y llamar a la puerta con una de estas cuando amanezcamos pedigüeños.
Hoy no diré que es una tarta súper fácil y rápida, porque mentiría como una bellaca, pero sí afirmo que es mucho más asequible de lo que pueda parecer. Únicamente tenemos que seguir las instrucciones de mi muy adorada tarta de queso con fresas, pero sustituyendo las fresas de la cobertura por arándanos y congelándola para que sea una «tarta helada».
Solo añadiría un par de truquillos adicionales. Primero diría que esperes a que el coulis de arándanos low carb se enfríe (pero no tanto como para que empiece a solidificar la gelatina) antes de verterlo con mucho amor sobre la capa de mousse de mascarpone ya cuajada. Así la interfase quedará mucho más limpia y la capa superior refulgirá cosa mala cuando cuaje, deslumbrando a la concurrencia susceptible de conceder los susodichos perdón, amor o dinero
El otro truquillo es que no le retires el acetato de los bordes hasta que la vayas a presentar (aunque no es necesario que los objetivos estén presentes en el proceso liberador de acetato, que le quitaría potencia al golpe de efecto). Guárdala en el congelador hasta unos 15 minutos antes del momento del soborno y espera a que la prueben antes de ponerte en plan pedigüeño para maximizar el efecto. No puedo asegurarte que digan que sí, pero sí que les costará horrores decir que no.
Eso sí, entre el mascarpone, la nata y el edulcorante, el chutecillo de insulina es inevitable (ve por qué en el dilema de los lácteos y el de los edulcorantes). Y presumo que también despertará a bocinazos a los comedores de dulce compulsivos que pueda haber adormilados por ahí. Así que mi humilde consejo es que blandas esta arma ocasionalmente y con la serenidad de un estratega.
¡Suerte y al toro!
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