¡Si será por excusas para comer como si no hubiera mañana para sobrellevar la obligada reclusión!
Aunque la ventaja de la dieta baja en carbohidratos es que las probabilidades de salir de casa rodando después de la cuarentena se reducen considerablemente 😁
Y en vista de que ando ciertamente escasa de serenidad, me he autoimpuesto otra terapia comestible (que la pizza de cacao: un bálsamo contra la incertidumbre y la mega-galleta Noreo anti-«ganas-de-matar-aumentando» están tremendas, pero milagros no hacen), aunando el enorme poder saciante de las delicias low carb, con la filosofía budista zen (un poco).

He aquí mi humilde versión de Buddha bowl, el «plato combinado» asiático que junta (sin revolver) exquisiteces vegetarianas diversas.
Cuenta con la enorme ventaja de aceptar cualquier cosa que tengáis en la nevera y que os apetezca comer, incluso guisitos menos vegetarianos que estos, que Buda no suele aparecerse para reñir a nadie.

Aunque hoy yo buscaba envolverme en la mítica serenidad budista, así que he elegido 4 delicias que cualquier lama de buen corazón aprobaría.
Para el primer cuarto del bowl, una de ensaladita de tomates cherry, mezclum de lechuga y un pelín de queso fresco (que hoy me lo merecía). Los paleo estrictos (o los que hayáis superado vuestra dosis mensual permitida) podéis sustituirlo por más aguacate o unas nueces alegremente.

Para el segundo cuarto, una pequeña dosis de gomen etíope (las sabrosas acelgas guisadas tuneadas) que suelen acompañar mi celebrado festín etíope low carb o «cuando las arañas unen sus telas…».
Para el tercero, un poquito de mi adorado Rotkohl, la vivaracha col roja germana al rescate.

Y para el cuarto cuarto, mi infalible dosis diaria de aguacate aliñado.
Y aunque estaba tremendo (y he acabado rotundamente llena de… «serenidad»), la verdad es que mucho más serena no me siento. Pero ha valido la pena intentarlo (y probarlo). Por probar, que no quede 😋